Nuestra lacra
Opinión

Nuestra lacra

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marzo 07, 2015
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“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, alertaban Marx y Engels en su famoso Manifiesto y, si bien aquel fantasma rondaba (según ellos)  a Europa por allá a mediados del Siglo XIX, cabe bien anotar que siempre, hasta en los castillos más emblemáticos, siempre hay un fantasma que ronda el lugar.

No hay duda que el fantasma de la religión cobra una vigencia e importancia únicas en el mundo occidental de hoy.  De tanto leer la Biblia o el Corán a pies juntillas y con el cerebro hueco, aparecen una serie de sectas fanáticas que imparten su verdad al resto de humanidad, con misas eternas y sanaciones instantáneas, o a punta de bala y espada.

Sin embargo, parece que no puede decirse que el principal fantasma sea la misma religión sumida hoy en el terror. Las guerras, las hambrunas, la colonización y el racismo, la homofobia y el odio, cientos y miles de fantasmas que están siempre presentes.

Pero, a todas estas, ¿cuál será el fantasma que recorre Colombia?
Mucho se podrá decir y mucho se dice, desde ver el fantasma en sus entrañas en aquel dicho muy autóctono del “¿usted no sabe quién soy yo?”, o a echarle el bulto a la guerrilla para acabar releyendo por enésima vez el libro de Plinio  A. Mendoza llamado En qué momento se jodió Colombia.

Cientos de fantasmas rondan mi cabeza y solo creo que uno es el fantasma de Colombia: la corrupción. Y de la corrupción galopante y libre de ataduras, emergen todos los demás pequeños o grandes fantasmas.

Sin corrupción, dicen por ahí, Colombia sería un paraíso.

Cuando intento recomponer el tema, me llama la atención de forma especial la continuación de aquel texto de Marx y Engels cuando dice: “Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses  y los polizontes alemanes”.

Y es en ese momento cuando caigo en cuenta de mi error. Un elemento fundamental del fantasma es que sea perseguido por todas las fuerzas vivas.

En Colombia, muy tristemente, la corrupción no es perseguida, parece como una de aquellas lapas o moluscos adheridos a la roca, como una sucia mosca pegada con cauchola, engrudo y babas a la bandera nacional.

Y la prueba viva de la falta de acción del estado en contra de la corrupción no puede ser otra que la revista diaria y perpetua sobre el tema en cuestión y que jocosamente vemos esta semana con el caso del presidente de la Corte Constitucional. Un supuesto (hay que decir supuesto…) soborno de esos de millones  (quinientos, dicen…) recibidos por un personaje que en toda su vida pública ha sido cuestionado por ser ajeno a lo limpio y pulcro en lo que hace referencia a dineros públicos y aupado por la gran mayoría de sus compañeros de fiesta cuando de inculparlo se refiere.  Y hablamos de la Corte Constitucional y su presidente, nada menos.

Ha sido separado del cargo mientras será “juzgado” por la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, aquella que “juzgó” a una de las grandes vergüenzas que tiene nuestro mundo político: Ernesto Samper Pizano.

Recordemos que fue absuelto, o no hubo juicio, o fue inhibitorio o se limpiaron con la sentencia.

Entonces no hablemos de “fantasmas”.

La peor lacra que sufre Colombia no es otra diferente a la corrupción, enceguecida con todo el dinero que da y se reparte a diestra y siniestra,  feliz al no tener nadie husmeando en sus cosas y viendo cómo de ella solo se sabe cada vez que abrimos un periódico donde nos dicen por encima cómo es que fue la jugada y sin que fuerza alguna la persiga.

El hambre, la pobreza que vemos en las calles, la violencia de todos los tipos y demás lacras son todas hijas o hijastras de la corrupción que tal vez en muchos años veamos que es perseguida por los estamentos sociales y en ese caso, ya diremos que existió un fantasma que se llamaba corrupción.

Y dentro del tema, inquieta de forma muy especial aquellos pagos que hacen los jugadores a su técnico para que les dejen jugar.

… y hablando de…

Y hablando del “usted no sabe quién soy yo”, alarma y llama la atención la orden presidencial de detener a quienes utilicen aquella fórmula mágica.

¿Y si es el mismo presidente quien es sorprendido en una redada a las tres de la mañana cerca del palacio presidencial y el joven agente a cargo no sabe quién es él?  Me huele a agente en problemas.

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