Alguien decía que “cuando cambias la forma de ver las cosas, la forma de las cosas cambia y que la verdadera crisis no es económica, ni financiera sino de percepción”.
Y yo así lo creo.
Esta semana tuve la fortuna y el privilegio de vivir y sentir nuestra buena Colombia en Washington D. C. Un respiro de las constantes negativas, arengas y discusiones que los medios nos transmiten. Una percepción distinta de lo que sucede en nuestro país, de nuestra gente, de nuestro hoy y de nuestro posible mañana.
Las calles, la biblioteca del Congreso norteamericano, algunas multilaterales, teatros conocidos y la embajada de nuestro país en la capital norteamericana fueron testigos y mensajeros de la magia que Colombia transmite, de la creatividad de nuestros profesionales y de la calidad humana que nos compone.
Y es que una muestra del Carnaval de Blancos y Negros traído desde Pasto, la música de nuestro Caribe combinada con jazz a través de las composiciones de Gregorio Uribe y su Big Band, pergaminos invaluables y libros únicos, y piezas de vestir diseñadas por nuestras más importantes exponentes de la industria de la moda se pasearon por la ciudad durante toda la semana apoyando el ahora reconocido eslogan de “Colombia es sabrosura”.
Nuestras más importantes exponentes de la industria de la moda
se pasearon por la ciudad durante toda la semana
apoyando nuestro ahora reconocido eslogan
Y lo es. Solo es constatarlo cuando los extranjeros se acercan a nuestra cultura y son tocados por la creatividad y el encanto de nuestra gente. O cuando los vemos tratando de mover las caderas como lo hacemos naturalmente los colombianos desde que aprendemos a caminar, o cuando se ven completamente hechizados por la belleza de nuestras tierras o incluso cuando se notan maravillados por nuestra amabilidad, nuestro empuje y nuestras ganas de seguir avanzando, mejorando.
Lo que vi yo esta semana a través de los ojos de otros que sonríen y se regocijan con nuestros avances, lo que sentí cuando veía elegantes mujeres de la sociedad norteamericana orgullosas de vestir nuestras propias creaciones, y lo que experimenté con la importancia que le dan a nuestros tesoros y manuscritos en la destacada biblioteca del legislativo en Washington no tiene precio. Y es lo que deberíamos tener siempre presente. Es nuestra buena Colombia.
