Dentro del mundo político bogotano resuena permanentemente un nombre que para la mayoría de los colombianos es poco conocido: el de Nubia Stella Martínez. Ella es nada más y nada menos que la directora del Centro Democrático, el partido con más representantes en el congreso y al que pertenece el actual presidente de la república.
Y no solo eso, esta abogada, especialista en derecho comercial, es una de las personas más cercanas al expresidente Álvaro Uribe, pues trabajó en su gobierno como consejera presidencial, superintendente de Industria y Comercio, asesora en temas de desarrollo institucional y gestión en varias entidades, y fue él mismo quien le pidió que no aceptara por ahora, ningún alto cargo en el actual gobierno; que el partido la necesitaba.
Hoy Martínez tiene una de las tareas más complejas de su partido e incluso, de cualquier colectividad, la de evitar que corruptos, oportunistas, lagartos e incompetentes se cuelen como candidatos del Centro Democrático de cara a las próximas elecciones regionales a llevarse a cabo en todo el país el próximo mes de octubre. Responsabilidad mayúscula y más, si se tiene que en cuenta que es ella la encargada de autorizar todos los avales de un partido al que por la coyuntura, todos quisieran pertenecer.
Sin embargo, la directora del Centro Democrático no solo se encarga de los avales y de la administración del partido, también es una voz autorizada y con fuerza para llamarle la atención a los integrantes de este que se van descarrilando o que pierden la directriz. Ella es consciente que preside la colectividad más disciplinada, con mayor voto de opinión y con la ideología política más clara y concreta de Colombia y así se debe mantener. Eso no lo puede olvidar nadie en el partido y ella es la encargada de que así sea.
Por lo pronto la directora del Centro Democrático se dedica a escudriñar todas las hojas de vida de quienes aspiran a conseguir un aval por el partido, es consciente de los riesgos legales y mediáticos que corre el partido con tanto corrupto suelto con ganas de poder.
