La base de la actual crisis que sacude al Estado, el gobierno y la sociedad nacional es el quiebre de las instituciones públicas y de su funcionamiento como herramientas de la gobernanza y gobernabilidad.
En ese sentido, es la paz el punto de referencia que condiciona el resto de variables del sistema social. Cuando se inició la mesa de negociaciones en La Habana, y desde 2016 con la construcción de la paz, el impacto ha sido mayúsculo. Cuando se intenta destruir este proceso por fuerzas reaccionarias y de ultraderecha el efecto francamente es cataclísmico y demoledor, si examinamos con detenimiento la sin salida en que está Colombia con el incapaz gobierno de Iván Duque que ha sido desbordado totalmente por los acontecimientos recientes.
Cito el solo ejemplo de la arremetida de Duque y el uribismo contra la JEP y su intento por anularla, que dio pie a una debacle en las esferas del gobierno.
Mi percepción es que los limitados avances institucionales recogidos en el fast track para adoptar reformas constitucionales, leyes y decretos leyes dejaron todo a mitad de camino en la construcción de la paz y la erradicación de la violencia.
De tiempo atrás llamamos la atención sobre la necesidad de aterrizar los consensos de la paz en una asamblea constituyente que el señor Santos rechazo con argumentos peregrinos para darle prelación al plebiscito en el que se impuso el discurso de la guerra y la violencia del general de Ubérrimo.
Desde ese momento el uribismo y el mundo del paramilitarismo se sintió con patente de corso para arrasar (y hacer trizas) con la paz y regresar a la violencia mediante el exterminio sistemático de los líderes sociales, de los indígenas, de los integrantes de las Farc, con los falsos positivos y el bombardeo aéreo a niños indefensos, por parte de un generalato de troperos asesinos y fanáticos uribistas.
El único idioma que habla e impone el uribismo es la violencia genocida.
Hoy, después de todo lo que ha ocurrido, es inevitable que el potente movimiento social, artífice del paro del 21 de noviembre, retome la bandera de la convocatoria a una asamblea constituyente de la paz.
Hoy es inevitable que la resistencia ciudadana dé saltos cualitativos pasando a la franca exigencia de transformaciones estructurales del sistema político-social mediante la instauración de una asamblea constituyente de la paz.
La asamblea constituyente estructurada con base popular es el camino para una radical transformación en la vida política, social y económica de Colombia, como ocurrió en 1991.
El paro del 21 debe obtener resultados concretos para que no sea una acción infructuosa y un mero canto a la bandera. Una conquista fundamental es lograr la convocatoria de la constituyente que pacifique definitivamente a la nación.