El 17 de julio de 2020, el Partido Comunista Colombiano (PCC) cumplía noventa años de existencia política en la arena nacional, más que el promedio de edad vital de un colombiano: 75 años. Esta organización es una de las más antiguas de América Latina, junto con los antediluvianos partidos cubano, chileno, brasileño, argentino, uruguayo, algunos de los cuales ya pasan el umbral testimonial de un siglo.
No es la primera vez que desde distintos sectores se intercambia con el PCC, partido reformista de tradición estalinista que hace parte del régimen capitalista y cuyo carácter es burocrático y pequeño burgués con base en sectores intelectuales y medios urbanos, estudiantiles y juveniles, sectores de la clase obrera, círculos agrarios y populares. En el 2017, por ejemplo, aparecía la nota XXII Congreso del Partido Comunista Colombiano: un balance crítico y necesario[1], también la contundente Declaración del Partido Socialista de los Trabajadores ante el XXII Congreso del Partido Comunista[2].
La presente reflexión obrera, juvenil y marxista revolucionaria, aporte crítico al 23 Congreso PCC y 8 Congreso UP en este 2020-2021, allende de la rutina de saludos fraternales y aniversarios de efemérides, algunos de ellos hipócritas, otros sinceros, también distante del espíritu dogmático de las sectas, apela más bien a la sana reflexión común en la izquierda colombiana, la franqueza política y la cordialidad humana de la discusión democrática de altura con las bases honestas y luchadoras, cuadros medios críticos y dirigentes disidentes del PCC, a hacer un profundo balance y luchar por un verdadero y nuevo partido revolucionario de los trabajadores.
De igual modo, a los trabajadores y la juventud que no están en dicho partido, alertarlos sobre este aparato que hoy es uno de los obstáculos estratégicos para el desarrollo de la lucha de los trabajadores y el pueblo, la revolución socialista colombiana y la construcción de una sociedad socialista mundial.
Pervivencia y crisis histórica
El PCC pervive luego de haber sorteado la ofensiva de la restauración capitalista de los 90 y el corte de la ubre de la nomenclatura de Moscú, incluida Cuba que ya no es socialista. Lo mismo, ha sobrevivido al genocidio político de la UP de más de 5.000 militantes y periferia por el régimen del paramilitarismo y terrorismo de estado, los terratenientes y narcos, la burguesía ganadera e industrial, afines a los gobiernos “democráticos” burgueses y proestadounidenses. En efecto, dicho partido ha sido un ave fénix por el mérito militante de sus bases, por eso hay que dar un reconocimiento y hasta cierto punto, admirar, pues pocos han logrado resistir así y cabalgar sobre procesos gremiales y políticos colaterales, con un acumulado de fuerzas humanas constructoras e intergeneracionales, signadas en la actualidad en:
La nueva Unión Patriótica tras su recuperación de personería jurídica, su programa mínimo y electoralista adaptado al régimen institucional, la movilización instrumentalizada en función de elecciones cada cuatro años y no al revés, para ser “cogobierno” y alianza con la Colombia Humana de Petro y la Coalición Decentes, con la senadora, víctima, exiliada política y notable oradora, Aída Avella y la luchadora concejal joven Heidy Sánchez. La ONG Corporación Reiniciar y Víctimas de la UP y su influjo en el Movice.
La prensa del Semanario Voz, sin Carlos Lozano, como órgano central reformista y periodismo alternativo, adaptado al contexto digital y poco militante. La Red Colombia de Estudios Marxistas (RCEM), la Revista Taller y Líneas de Fuga, no vista con buenos ojos por los censores burocráticos.
La Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios (ACEU) y su presencia en decenas de instituciones de educación superior, públicas y privadas. La Asociación Nacional de Estudiantes Secundarios (ANDES) en los colegios, junto al magisterio. La Juventud Comunista Colombiana (JUCO) que hoy atraviesa una crisis del Partido en conjunto por los hechos graves de violencia basada en género a su interior y la inoperancia burocrática de su comité de ética, protocolos y machismo en la dirigencia[3].
La mal llamada Corriente Clasista en la Central Unitaria de los Trabajadores (CUT) y filial de la Federación Sindical Mundial (FSM), el aparato sindical del estalinismo mundial, su inserción en sindicatos del país, también su filial política federativa del Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO). La Asociación de Trabajadores Independientes (ATI) y la escuela sindical de la Corporación para el Desarrollo de la Educación y la Investigación Social (CORPEIS) y el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales (CEIS), entre otros.
Estas frágiles pero existentes correas de transmisión mantienen activo y vivo el cuerpo político de una parte del reformismo “comunista” colombiano, no sin fricciones e inestabilidades, pues como dice con justeza el dirigente tolimense, Nelson Lombana Silva, es un partido histórico que pervive y se regenera porque, se quiera o no, tiene raíces sociales, se ha insertado en una parte del pueblo colombiano…y, añadimos, porque esta franja aún no es autoconsciente de que están en el lugar equivocado, a la vista de las traiciones políticas de la alta dirigencia nacional y la crisis histórica del aparato que se hará más diáfana en las subsiguientes convulsiones de clases del país y del mundo.
Reforma o revolución
Los trabajadores y la izquierda deben hacer un debate democrático abierto de la lamentable declaración del Comité Central del PCC 90 años de compromisos por la paz y el socialismo [4], sintetizada en este párrafo:
En la perspectiva del poder, el Partido Comunista levanta su consigna histórica de unidad de todas las rebeldías, de todas las fuerzas alternativas para consolidar la implementación plena del acuerdo final de paz, restablecer el diálogo con el ELN, reconstruir una política de paz y de diálogo, permanente y obligatoria del Estado, conducente a un pacto para sacar las armas de la política y producir las reformas que garanticen la inclusión, el reconocimiento, el cese de la estigmatización, la no repetición, la reparación debida y la creciente participación de todos los sectores del pueblo y de sus vertientes políticas en la conducción del país [es decir, la administración reformista del estado burgués en un pacto social histórico].
Entre los errores políticos, metodológicos e ideológicos del PCC, que deben motivar la reflexión de sus bases y la rebelión antiburocrática, se encuentran:
1. Haber llamado a votar por Juan Manuel Santos en 2014, candidato de la burguesía, rompiendo por octava vez en las contiendas presidenciales los principios de independencia de clase, programa de clase y revolucionario y candidaturas de los luchadores obreros y popular. En consecuencia, emplear y reivindicar una táctica de alianza oportunista con él Pdte Santos y su Unidad Nacional en un Frente Amplio por la Paz y tregua social, en favor del proceso de paz con la insurgencia de las FARC-EP y la capitulación de los Acuerdos de la Habana, mientras éste aplicaba el paquetazo neoliberal y continuaba los asesinatos sistemáticos de líderes sociales y ex combatientes hasta el día de hoy con Duque, con la renuncia de las otrora banderas de la reforma agraria y cambio de régimen, justicia integral a las víctimas y castigo a los responsables, con cero confianza en las instituciones.
2. Bajo la postura de salida política negociada al conflicto armado y apertura democrática en pleno ascenso revolucionario de los 80, el PCC se deslindaba por derecha de la borrachera del guerrillerismo que obstaculizó, ató y coadyuvó a la masacre de las luchas obreras y populares, sin reconocer hasta hoy como un error esta estrategia y método vanguardista, el PCC ha profundizado su giro. Hoy ha asumido una postura vergonzante, idéntica al recién partido FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) en defensa de modernización y democratización del régimen, no en tumbarlo. Un desmonte reaccionario de las insurgencias con pactos de reacción democrática con el imperialismo de EEE. UU. y la ONU, regateando curules de paz, garantías electorales para la burocracia y pocas reformas sociales. Un pacto reconciliador con los victimarios e impunidad en la JEP sin cárcel para los genocidas (incluido Uribe, de solo “contar la verdad”), con ilusorias, infructuosas y espurias alianzas a franjas dominantes de la burguesía nacional y extranjera, para presionar los “cambios democráticos”.
3. En plena pandemia COVID-19 y crisis socioeconómica del gobierno criminal uribista de Duque y el capitalismo mundial, con un saldo de miles de muertos connacionales y desprotegidos, el PCC apoya y no se deslinda del pliego desmovilizador 2020 del Comité Nacional de Paro y claudica al MOIR, en lo que atañe a sus puntos de apoyo a sectores del empresariado nacional [5], cubiertos bajo la engañifa de apoyo al agro y el campesinado pobre, algo en contravía de la ‘tradición campesina’ de lucha de su propio partido (véase Un partido campesino, René Ayala, Prensa Rural, 17/7/2020) y el proceso de la Cumbre Agraria, Étnica y Popular.
El gran filósofo colombiano, educador de jóvenes y cuadro histórico, Sergio De Zubiría Samper, con referencias en la tradición antiestalinista de la teoría crítica de Adorno, Horkheimer y Benjamin, entre otros, pese a sus límites, en sus dos misivas de renuncia a la dirección nacional y el partido, que están causando un remezón de crisis, con varias rupturas de más de una docena miembros con las filas del PCC y tensiones internas, expresa con agudeza el problema de la crisis existencial del PCC, en los términos del tipo de dirección burocrática y el programa reformista del partido:
Mis reflexiones me han llevado a la conclusión que la actual dirigencia del Partido ha abandonado su tradición revolucionaria y no responde al llamado ético de ser una organización ejemplar de la sociedad. Por lo anterior, he decidido abandonar mis 47 años de militancia en esta organización…No puede existir mejor homenaje a este mártir del pensamiento crítico, que evocar su tesis X del “Concepto de Historia”, ante la traición de los comunistas de la época [y su repetición en el presente] [6].
Ya en su declinación a ser parte de la cúpula dirigente y la complicidad de ser un títere más del aparato reformista, hace tres años el compañero planteó la siguiente reflexión vigente:
La dirección actual ha perdido su horizonte y arriesga a cada paso el carácter histórico del partido. Hace muchas horas que abandonó la iniciativa política en una sociedad explotada y enajenada que peticiona su existencia…Una concepción de la historia lineal, evolutiva y gradualista, que desconoce u olvida componentes importantes de la dialéctica como la noción de contradicción y aufhebung (superar conservando). En esta visión gradualista y mecánica de la historia la denominada “apertura democrática” sería el primer momento de una larga ruta que avizora muy lejanamente la construcción del socialismo. Una historia sin contradicciones y sin subjetividades transformadoras de las relaciones de poder. Tal vez, por esta perspectiva etapista del desarrollo social, la dirección Ejecutiva, no concibe la existencia de gérmenes socialistas en el devenir contemporáneo, como tampoco en la existencia de “poderes duales”, ni ha dedicado esfuerzos reales para la consolidación de un proceso constituyente abierto [7].
Nuevo partido y rebelión de las bases: 10 puntos críticos
Aunque son verídicos los síntomas de la enfermedad escrutados por el filósofo Zubiría y otros compañeros honestos, el problema de la crisis no solo radica en la dirección coyuntural, el programa coyuntural, tampoco en la ética (frente a casos de violencia basada en Ggénero o manejos burocráticos de cargos, etc.) y la linea política coyuntural, el régimen partidario, estatutario y vida interna. La llaga es aún más profunda. Se trata del propio espíritu del tipo genético de proyecto de partido y principios, la refracción colombiana de la tradición estalinista como un todo (anti marxista-leninista, no revolucionaria) que debe ser cuestionada de raíz, pues jamás nos llevará al socialismo.
Un llamado revolucionario de los trabajadores y por la base sería no una reforma partidaria interna de un aparato reformista irreformable (‘refundar’, ‘reconstituir’, ‘reinventar’) sino a una revolución por un nuevo partido para la revolución permanente del siglo XXI. Esta es la tarea de la izquierda colombiana. Dicho partido, con un nuevo programa y fuerza militante humana y obrera, está por construirse al calor de las luchas de todo tipo.
El PCC-UP y el partido FARC-Marcha Patriótica, la Segunda Marquetalia y otros, es decir, la “familia comunista”, podrán seguir perviviendo con viejos y nuevos aparatos reformistas con otros nombres y no superarán su crisis, que es parte de la crisis común del proletariado colombiano, los explotados y oprimidos y la izquierda, hasta que sus bases luchadoras y cuadros no se rebelen y ajusten cuentas de raíz con el lastre de herencia burocrática y su dirigencia existente de Jaime Caycedo y cia. y con sí mismos, expresadas en estos 10 puntos críticos:
(I) La teoría-praxis de revolución por etapas en sus distintas acepciones recicladas con sujetos “pluriclasistas” del cambio (sin el rol dirigente del sujeto del proletariado), aplicadas al contexto colombiano en una supuesta revolución democrática, antineoliberal y antiimperialista, con gobiernos burgueses “progresistas”. Siguiendo, por ejemplo, la estela chavista (y el hoy Maduro) y la ola progresista latinoamericana y europea de Unidas Podemos (hoy en cogobierno en España con PSOE Sánchez). La no postulación de la teoría-praxis marxista de la revolución permanente y mundial, la única realmente materialista, científica y proletaria.
(II) La política de alianzas conciliadora y renuncia de la lucha de clases con el Frente Popular, amplio y democrático, social y político, electoral. La unidad de acción, no excepcional y coyuntural, sino tendencial y permanente, con algún ‘sector democrático’ de la burguesía liberal y el empresariado nacional.
(III) La concepción vanguardista y no leninista de la “combinación de todas las formas de lucha” (balance del conflicto armado interno), independente de la voluntad de las masas y sus métodos de lucha, así como su extremo opuesto, la “vía pacífica al socialismo” “nacional” vía un gobierno elegido popularmente en la democracia burguesa. La revisión del programa militar de la revolución socialista y la insurrección armada y la movilización social permanente y flexible de las masas.
(IV) La geopolítica antimarxista y revisionista de apoyo “crítico” a los campos burgueses “progresivos” ‘antiimperialistas’ a nivel nacional y mundial (BRICS, el genocida Assad en Siria).
(V) La separación reformista antidialéctica entre programa mínimo-máximo, reforma y revolución, calle e instituciones. La no postulación de un programa revolucionario de transición, obrero, socialista, hegemónico y de lucha, agitación y propaganda, inserción de masas y en la clase, de ganarse la conciencia y voluntad de la mayoría popular en distintas situaciones de la lucha de clases, por la consecución estratégica del poder político.
(VI) La larga marcha gradualista antimaterialista histórica de un capitalismo en “maduración” de sus fuerzas productivas (para el PCC y sus últimas Tesis 2017, el sistema capitalista lleva apenas 300 años), para un socialismo lejano e indefinido, contrario al planteo marxista de la crisis estructural-colapso del sistema capitalista total y la barbarie signada hoy en la pandemia, la recesión económica y el cambio climático antropogénico.
(VII) La reivindicación “crítica” del modelo del estado obrero burocrático de la burocracia de la URSS en el periodo de “desestalinización” y la burocracia castrista, hoy devenida en burguesa y aliada del Eje capitalista Rusia-China, garantes de la restauración capitalista y traidores de la revolución mundial y latinoamericana (Nicaragua, etc.).
(VIII) La degeneración del centralismo burocrático (antítesis del centralismo democrático y concepción bolchevique de partido para el combate y la revolución), reducido al culto a los grandes dirigentes y sus líneas políticas reformistas y oportunistas, la obediencia servil a los organismos superiores y cupulas del aparato, el ahogo de la democracia obrera e interna partidaria, en aras de la centralización reaccionaria y una unidad monolítica pero aferrada a la conciliación de clases.
(IX) La ausencia de una actualización programática, relación y programa democrático sobre las opresiones (de género, raza, etnia, nación, cultura, especie) y explotaciones por el capital a los distintos grupos humanos y la naturaleza. El economismo stalinismo y su sectarismo, la promoción histórica de la burocracia de izquierda del machismo, la xenofobia y lgbtifobia, el productivismo, el especismo, etc, siguen confundiendo. En el extremo opuesto, el reformismo “comunista” vira ahora al oportunismo de adaptarse, por ejemplo, a los feminismos policlasistas, terminando de abandonar el marxismo.
(X) La única “salida democrática a la crisis” es la lucha obrera y popular por el socialismo y un gobierno de los trabajadores y el pueblo, mediante un colombianazo de masas que eche abajo el gobierno de turno y a este régimen genocida y antidemocrático del 91; no la democracia burguesa progresista conquistada vía elecciones y el establo parlamentario, con un ‘pacto social’ 2022 con los de arriba por la “solución al conflicto”, la falsa paz y reconciliación nacional entre clases, sin una congruente vida digna y justicia social para los trabajadores y los de abajo.
Notas
[1] XXII Congreso del “Partido Comunista Colombiano”: un balance crítico y necesario
[2] Declaración del Partido Socialista de los Trabajadores ante el XXII Congreso del Partido Comunista
[3] El machismo en las organizaciones de izquierda y del movimiento obrero. Una perspectiva de clase
[4] 90 años de compromiso por la paz y el socialismo
[5] Carta Abierta al CNP: pliego de emergencia y protesta nacional ya
[6] Sergio de Zubiría Samper, Carta asunto: Renuncia a la militancia en el PCC, 17 de julio de 2020.
[7] Sergio de Zubiría Samper, Una renuncia inevitable a la dirección nacional, julio 30 de 2017, Rebelion.org.