Noticias actuales de dios

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Enseñanzas y descubrimientos del profesor Stephen Hawking, una mente superior, en esta análisis del libro “El gran diseño” escrito a cuatro manos con Leonard Mlodinow

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junio 02, 2018
Noticias actuales de dios

Ya los filósofos modernos nos habían comenzado a anunciar la agonía divina y Nietzsche, deicida, le expidió certificado de defunción a nuestro dios; Darwin le arrebató la creación humana, y explicó por qué en este proceso evolutivo no se necesitaba una intervención sobrenatural; y ahora los científicos ratifican la desaparición del mito celestial. El libro “El gran diseño” del eminente científico Stephen Hawking y Leonard Mlodinow dan parte del finiquito de lo poco que le restaba a la divinidad: nuestra vida y nuestro universo no tuvieron necesidad de nadie para existir y surgir.

Qué mejor homenaje al emérito profesor Stephen Hawking que nos dejado recientemente que repasar algunas de sus enseñanzas y descubrimientos. Eso intenta modestamente este artículo.

El gran diseño” es un escrito muy aclaratorio del origen del universo. A pesar de su intención didáctica y el claro afán de no dirigirse a lectores científicos, los conceptos son (me son) difíciles de comprensión, a comenzar por la misma definición de uno de sus grandes pilares: la física cuántica; yo que con la teoría de la relatividad de Einstein ya tenía bastante rompecabezas intelectual, confieso que aún tengo dificultad para imaginar el tiempo encogiéndose o alargándose para mantener constante la velocidad de la luz, pues ahora tengo que imaginar una curvatura del espacio-tiempo en diez dimensiones. Ay, con lo fácil y cómodo que era imaginar un universo newtoniano en tres dimensiones y regido por un ser celestial…

La teoría M es el modelo que contiene todas las propiedades que debe poseer la teoría final de explicación de comportamiento del universo. Esta teoría, ciertamente muy avanzada –aún en desarrollo– es en realidad un conjunto de leyes que incluye, corrige y adiciona a las hasta ahora enunciadas (Newton, Maxwell, Einstein, cuántica,…). “Esta ofrece respuesta a la creación y según ella nuestro universo no es único, sino que muchísimos otros universos fueron creados de la nada. Su creación, sin embargo, no requiere la intervención de ningún Dios o Ser Sobrenatural, sino que dicha multitud surge naturalmente de la ley de la física: son una predicción científica”.

Los seres humanos desde su aparición han escudriñado los fenómenos naturales y el cosmos, primero para temerles y segundo para entenderlos, cuando la observación no conduce a resultados de entendimiento, casi sistemáticamente en todas las culturas han inventado la idea de un Ser Supremo (usualmente en plural) que se encarga de crear, ordenar, castigar a los humanos y a su ámbito de vivencia: el universo. Y aparecen las religiones y sus ritos (oh, cuántas veces sanguinarios) que buscan explicar lo incomprensible, rendir homenaje para aplacar la ira de ese Ser por las faltas cometidas y explicar irracionalmente (ie. Fe) el entorno. Esto produce sosiego a la especie humana, así no tenga un sustento convincente. Con grandes dificultades, debidas a la inmensa y complejísima tarea y a las trabas de las religiones, la ciencia ha venido desenredando lentamente la maraña y encontrando explicaciones de los fenómenos naturales y del cosmos. El avance en los últimos siglos ha sido colosal, quedando aún mucho por avanzar, pero sobre todo marcando un derrotero claro: los fenómenos naturales son explicables científicamente y no son obra de la buena/mala voluntad de alguna peregrina entelequia superior.

La discusión sobre el “libre albedrío” tratada en el libro es bien interesante: “Aunque sentimos que podemos escoger lo que hacemos, nuestra comprensión de las bases moleculares de la biología demuestra que los procesos biológicos están regidos por las leyes de la física y la química y que, por lo tanto, están tan determinados como las órbitas planetarias. Experimentos recientes en neurociencia corroboran el punto de vista de que es nuestro cerebro físico, siguiendo las leyes conocidas de la ciencia, el que determina nuestras acciones, y no algún agente que exista fuera de esas leyes”, de manera que no seríamos más que “máquinas biológicas y que el libre albedrío es sólo una ilusión”. Triste condena y constatación para nuestro orgullo libertario. La buena noticia –por ahora– es que hay tantas variables por considerar que resulta, en la práctica, impredecible conocer el actuar del ser humano; se necesitaría analizar billones de billones de partículas del cuerpo humano, así como resolver sus ecuaciones correspondientes; imposible por ahora porque este proceso llevaría millones de años, con lo cual en vista de tal imposibilidad actual, y para efectos prácticos, se admite a través de lo que en física se denomina “teoría efectiva” que el ser humano tiene libre albedrío (uf, eso tranquiliza, mas no por mucho tiempo).

Cada vez es menos discutible la teoría del origen de nuestro universo como consecuencia del llamado Big Bang, la gran explosión primordial que produjo a partir de un punto infinitesimal de altísima concentración energética los millones de galaxias que actualmente existen y que continúan expandiéndose y modificándose; y ese gran estallido se calcula que ocurrió hace trece mil setecientos millones de años; muchísimo más de lo que en el siglo XVII el obispo Ussher de Irlanda había calculado (se ignora su “método científico” de razonamiento) como acaecido de mano divina el 27 de octubre del año 4004 a.c. a las 9 de la mañana. La novedad actual es que se habla y teoriza de la noción de Multiverso, opuesta (o como expansión) de la noción de Universo; así las cosas, la teoría M calcula que existen 10 elevado a la potencia 500 el número de universos, y cada uno con leyes diferentes. No faltará trabajo para los científicos en los próximos siglos…

Que el universo que conocemos está en plena expansión es un hecho comprobado; nuestras galaxias se separan a velocidades increíbles, a título de ejemplo el universo se expandió en la gran detonación inicial en un factor de 1. 000. 000. 000. 000. 000. 000. 000. 000. 000. 000 en 0,000000000000000000000000000000000001 segundos. “Es como si una moneda de un centímetro de diámetro súbitamente explotara a una dimensión de unos diez millones de veces la anchura de la Vía Láctea”. Muchos datos como estos nos son aportados por el libro de Hawking. Y que no se preste a confusión, aquí no se trata de reemplazar las creencias y dogmatismos de los libros de fe (Biblia, Corán, Tora,…) por otros nuevos; cada elemento aportado por la ciencia se convierte en una realidad sólo cuando la teoría es confrontada a la comprobación, de lo contrario permanece al estado de teoría.

La ciencia, con paso lento pero firme, sigue explicando y ahondando en lo microscópico e invisible para explicar lo macro: el universo. Ya no nos espanta el rayo, ni los fenómenos naturales, ya no corremos a sacrificar animales y personas para calmar furores divinos, así algunos persistan aún en tributos, rezos, ritos y guerras teocráticas. La ciencia actúa como un espantapájaros de la superchería en la que el ser humano, por temor o facilismo, tiende espontáneamente a refugiarse.

 

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