Esta columna estaba pensada para seguir tratando la ola invernal que nos arropa por estos días, pero me fui a cine a ver: Yo vi tres luces negras, una obra cinematográfica dirigida por Santiago Lozano; y ahí, atrapado en la sala de cine, conectado con las aguas de esta frontera del Chocó geográfico, ya solo pude entregarles esta breve nota:
Y suena el agua… amanece lentamente. Hay truenos que saludan, hay rostros y manos que abrazan. Y explotan los cueros y las caderas y el susurro de cadencias.
Canto al río, belleza de todos los verdes que es cíclicamente visitada por las noticias de la contingencia en motor fuera de borda que inquieta la nobleza de las rutinas domésticas.
La luz se prende entre los rápidos de las aguas supremas y se canta como rezo, entre las sombras del miedo y de la parca lobreguez con la cual se convive. Ahora está circulando el viche con su arraigo en el amor, en medio de una manigua sembrada de muertes y nacimientos… pasan los traídos por la corriente que se hacen presencia, llamando a un origen que se toma, que es tomita que cura… y a veces hay risa y llanto que es memoria.
Va la vida que se pone difícil, que ni rezar se puede. Por todo lado la violencia acalla, no importa el color o la insignia del recién llegado, en estos parajes amenaza, desaparece y mata, las gentes de siempre están orilladas, pero el desaparecido nunca se va, el muerto nunca se va; hay silencio y solo el río y las montañas hablan y es la manigua la que tira su lamento mientras se ven los cuerpos rotos fluir entre aguas, arboledas y firmamentos…
Y se siguen buscando sus vestigios, sus humores, sus pisadas y llueve para lavar el mundo, se enciende fuego y se ora. Los que matan no saben sanar, solo saben amenazar y acumular. El pájaro Jua canta: o hay nacimiento o hay muerte intempestiva… De pronto se siente la calma premonitoriamente y entonces la ráfaga interrumpe la música de la manigua y de los ríos; hay deambular, se come lo que haya, hay un habitar a cielo abierto, hay brillos de la noche y aguas por todas partes…
Vuelven a aparecer los ausentes entre los ramales y renacen iluminados los desaparecidos… Se espera entre luces y sombras, se sufre entre palabras entrecortadas. Morir a veces también ha sido descansar, no debería ser así, no… Hay en medio de ese sufrir, otro horizonte de saberes, no escolares, no proactivos al modo de la ciudad; vidas que se anudan, vidas que se abrazan, vidas que se soban, vidas que se cantan, vidas que se sueltan.
José de los Santos viaja por la selva entre sus secretos, se afilan los caminos. Se va de un lado para el otro sin poder enterrar el dolor que se lleva dentro
José de los Santos viaja por la selva entre sus secretos, se afilan los caminos… se buscan respuestas, duele no poder rezar el amado que ha partido. Se va de un lado para el otro sin poder enterrar el dolor que se lleva dentro; se pregunta en arrullo al pueblo y no hay respuesta, solo el río responde que hay que hablar con nuestros muertos. Se camina y hay que rezar y prender luces para llamarlos; los cuerpos se juntan con los árboles, con las piedras, con el agua, con la arena.
Se sabe que van y vienen en manada como Pedro por su casa, el asunto es que no es su casa, llegaron hace tiempo con los fierros, las “retro”, los motores, a hurgar debajo del suelo; se siembra la amenaza, la persecución del metal, la desgracia vuelta posición de combate; se entierra la vida, se acalla la voz común, pero ella no se deja enterrar, ella vuelve a emerger y llueve, llueve, llueve y las almas resuenan y se vuelve al canto de la tierra. Hay reunión de almas y el país olvidado entre sus raíces llora. Si no vemos esa manigua ni oímos el canto de ese pueblo que clama desde su esquina, entonces, quizás estaremos cómodamente del lado del fierro y de la retroexcavadora…Yo vi Tres luces negras es una obra de conocimiento sensible inigualable… nos recuerda la necesidad de insistir en una dimensión creativa para explorar en los rincones de la memoria con respeto… dicen sus realizadores que solo desde la inversión de lo investigativo en lo creativo se puede hacer una inmersión profunda al país del olvido… yo estoy de acuerdo, si queremos sentir-pensar nuestras memorias, para avanzar en ser y estar de otra forma, toca situarnos en un territorio ritual, corporal, más cotidiano. Gracias a Santiago Lozano, a Jesús María Mina (Don José de los Santos) y a todo ese elenco por su poesia, gratitud a la Universidad Autónoma de Occidente sede Cali y a las instituciones que hiceron posible semejante dispositivo sensible que le regala a esta nación tan abrupta y arrojada un espejo para avistarnos. Colombia toda debería ver Yo vi tres luces negras.