Cuando estamos a punto de celebrar el centenario del genocidio armenio perpetrado por los gobernantes turcos de la época, un evento que se celebrará en el año 2015, conviene recordar que Turquía, al día de hoy, todavía no ha reconocido los trágicos hechos que se sucedieron entre 1915 y 1923 y en los que perdieron la vida casi dos millones de armenios. Aunque las matanzas comenzaron unos años antes, como a finales del siglo XIX, las principales responsabilidades recaen en el gobierno de los Jóvenes Turcos, que acabaron con el Imperio Otomano, y que eran liderados por el padre de la patria turca, Mustafá Kemal Atatürk. Uno de los grandes inspiradores del genocidio armenio, por no decir ideólogo y estratega principal, fue Enver Pasha, un general frustrado que culpó de sus derrotas militares a manos de los rusos a los armenios.
Sin embargo, las primeras matanzas contra los armenios, pero también contra los griegos, se produjeron durante el periodo de agonía y ocaso del Imperio Otomano, entre 1894 e incluso antes, según algunas fuentes, y 1915. Abdul Hamid II, uno de los últimos sultanes otomanos, es considerado por numerosas fuentes como uno de los mayores instigadores de las matanzas de los armenios y griegos, pese a estar casado, paradójicamente, con una armenia.
La población armenia podía tener en aquella época entre 2,5 y 3,0 millones y estaba repartida por todo el territorio de lo que es la actual Turquía, pero especialmente en la zona fronteriza de este país con la actual Armenia. Esta región, actualmente el Kurdistán no reconocido por Ankara, es lo que se conoce como Armenia Oeste. En esta parte del mundo, casi inaccesible por la represión que ejerce el ejército turco sobre la minoría kurda y por el cierre de la frontera con Armenia, ya no quedan apenas armenios y los que quedan "turquizaron" sus nombres. La minoría armenia de Turquía en la actualidad no llega ni a los 50.000 miembros.
De lo que un día fue un país armenio sólo quedan las ruinas, los viejos cementerios abandonados, muchos de ellos profanados, y las ruinas de las viejas iglesias y monasterios. Los turcos borraron toda huella de la cultura milenaria de los armenios porque aquello de lo que no se conserva ni siquiera un fósil, es que realmente parece no haber existido nunca, tal como sigue pretendiendo Ankara.
Mientras el mundo poco a poco ha ido reconociendo este genocidio como un episodio histórico tan solo comparable al Holocausto de los judíos durante el nazismo, Turquía hace la vista gorda y, en un ejercicio de descarado revisionismo, incluso lo niega y argumenta que los millones de armenios muertos lo fueron durante los conflictos que asolaron al territorio turco durante la primera gran contienda mundial. Qué ignominia.
Aprender de la historia, como los alemanes
Los dirigentes turcos deberían aprender las lecciones de la historia -que nunca conviene olvidar para que no se repitan de nuevo tan luctuosos sucesos de nuevo- y tomar nota de cómo actuaron los líderes alemanes tras el Holocausto. Por ejemplo, Willy Brandt tuvo la valentía de visitar el monumento de homenaje a las víctimas en el gueto de Varsovia y ponerse de rodillas ante el mismo en actitud de perdón y homenaje a los caídos. Y Angela Merkel, en la misma linea, visitó, como tantos otros dirigentes alemanes, el museo Yad Vashem y depositó un ramo de flores en el monumento en donde se rinde culto eterno a los millones de judíos asesinados por los alemanes en los campos de concentración.
Pero estas actitudes de respeto y de reconocimiento de las atrocidades cometidas por los turcos contra los armenios hace ya casi un centenar de años son impensables en Turquía. Un nacionalismo ramplón, intolerante hacia el diferente, etnicista y hegemónico, por decirlo de una forma suave, caracteriza a la República de Turquía desde sus orígenes, cuando Atatürk comenzó a moldear una nueva identidad nacional en donde no cabían los elementos ajenos, pero especialmente los armenios, los griegos y los kurdos. Ahora, con la vista puesta en el nuevo año, tenemos que recordar este triste aniversario que algunos pretenden que quede en el olvido para lavar sus culpas y otros, simplemente, lo ignoran.
@ricardoangoso