El 3 de junio se cumplieron 100 años del fallecimiento del escritor Franz Kafka, su obra algo extensa aunque en gran parte inconclusa presenta una transición literaria, de sus primeros escritos, por lo menos de cierta extensión, resalta América, o el fogonero, una historia que dejó sin terminar, que trata temas como la migración, el abandono, la adolescencia, en un mundo algo injusto, algo convulsionado, que trae ciertos haces de luz de esperanza y bondad, una obra que recuerda un poco a Dickens y hasta al mismo Mark Twain. Más adelante seguiría ahondando en pasadizos cada vez más oscuros y sinuosos.
El proceso es una de sus obras más conocidas, su protagonista, cuyo nombre es simplemente K, no sabe qué ocurre; pero es llamado repetidas veces a un juicio del que desconoce sus motivos, en lugares confusos y con personajes crípticos y arbitrarios.
Su otra novela, El Castillo, es la contracara de El Proceso, allí no es la arbitrariedad burocrática la que te condena, sino la que te impide realizar cualquier cosa, leer ambas novelas genera cierta ansiedad y desesperación; una impotencia ante aparatos e instituciones que no parecen diseñados para otra cosa más que para impedir la tranquilidad y la vida cotidiana, cada llamada para intentar cambiar el plan del celular, cada ida al banco para reclamar por un cobro que no debería existir, los pasos interminables para cambiarse de fondo de pensión, la negligencia y displicencia de funcionarios administrativos para consultas y asesorías, el ataque violento y sinrazón del conductor que se cruza la señal del semáforo contra el peatón que se disponía a pasar, todas estas son situaciones kafkianas.
En algunos de sus cuentos resaltan las aberraciones profundas: el placer con la tortura, es más, la ciencia y la técnica aliadas del dolor y el sufrimiento y en su obra más leída, o por lo menos más vendida, La Metamorfósis, está entre líneas la injusticia, un hombre que ha dedicado su energía vital al bienestar de su familia es abandonado a su suerte luego de una transformación en un insecto gigante, verse como un bicho detestable, que podría ser interpretado como padecer cualquier enfermedad incapacitante, estar postrado en cama, oculto de los ojos externos, la metamorfosis, es también una metáfora del capitalismo: alguien que está impedido para producir, es una alimaña incómoda, no importa cuánto hayas producido antes, ni para quién haya sido el usufructo de ese trabajo, vas a morir en manos de desconocidos que entran a tu casa y un suspiro de descanso saldrá de tu familia que te va a barrer para deshacerse del cadáver, algo que recuerda un poco el abandono de ancianos, la muerte solitaria por millares en Japón, las empresas dedicadas a vender los objetos de alguien que dejó de ser útil y perdió su estatus de humano, allí también se encuentra Kafka.