"Nosotros los empleados siempre vamos a salir perdiendo"

"Nosotros los empleados siempre vamos a salir perdiendo"

Esta es la historia de Juan, un hombre que ha tenido que enfrentar duras realidades laborales y que ahora sufre por cuenta de las consecuencias de la pandemia

Por: JUAN CARLOS MURILLO
diciembre 03, 2020
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Foto: Pexels

Cuando estaba en once grado, mi familia me decía que tenía que prestar servicio militar porque eso ayudaba a conseguir mejores ofertas laborales, les hice caso, quería estudiar. Sin embargo, mi mamá luego me dijo que yo tenía que ponerme a trabajar porque ella no tenía plata para pagarme nada. Cabe anotar que mis padres están separados y que apenas cumplí la mayoría de edad mi papá dejó de ayudarme económicamente.

Mi gran trabajo después de salir del ejército fue de vigilante (no menosprecio la profesión, pero no es lo que uno sueña). Así duré dos años trabajando en diferentes empresas, al mismo tiempo que estudiaba un técnico en contabilidad. Fue una época muy dura: levantarse a las cuatro de la mañana, aguantarse el trancón de la Autopista Sur hasta de tres horas, llegar tarde al trabajo, aguantarse al supervisor (una persona sin estudios que se ganó el puesto, como se dice, lambiendo suela a otros) y soportar a personas que creen que porque uno labora en eso es inferior a ellos.

Bueno, de ahí salí y se me dio la oportunidad de trabajar en una empresa pequeña familiar, en esas donde tú haces de todo. Mi mamá se emocionó tanto que me dijo que tenía que ir de corbata. Le hice caso y le compré a una tía que vendía ropa un traje de corbata que me costó cuatrocientos mil, el doble de lo que valía, lo pagué a crédito. Allá llegué novato porque no sabía manejar el programa contable, no estaba el contador y mi aprendizaje fue muy difícil: la contadora iba muy pocas veces al mes, pero cuando lo hacía me regañaba y me gritaba porque no escribía rápido en el teclado del computador y porque no tenía claro los procesos que tocaba realizar. La jefe de personal, que era la hija del dueño y religiosa, me decía después de que se iba la contadora que ella era una excelente persona, que la conocían de años atrás, que yo debía mejorar y que me recomendaba que para cuando ella llegara estuvieran todas las funciones listas.

Estando ahí una vez me enfermé de una fuerte gastritis. Me vieron tan enfermo que la jefe de personal me aconsejó que ignorara el dolor, señalando que eso se me pasaba, que siguiera trabajando y que no fuera a la EPS. Lo intenté hasta que no aguanté. Llamé a mi mamá, quien fue ese día a recogerme al trabajo. De allá me echaron porque otro hijo del dueño (que manejaba la parte comercial) le habían devuelto de un almacén un inventario y dijeron que era culpa mía por no haberme dado cuenta por qué llevaba la contabilidad atrasada.

Mi primera experiencia fue un completo desastre. Le había echado todas las ganas, pero me falto práctica y además el trato no fue el que yo esperaba. Pero aun así tenía que conseguir trabajo porque no tenía papás ricos que me mantuvieran. La empresa que me contrató seguido a esta fue igual o peor que la anterior. Era de calzado y la dueña era una señora elegante, pero muy grosera. Sus empleadas le tenían miedo y hasta el contador le tenía cierta cosa, ya que gritaba y madreaba a los operarios.

Me acuerdo que la puerta tenía que estar con seguro y candado porque la empresa era familiar y la dueña tenía problemas con el resto de su familia, y no los dejaba entrar allí. Era tanto el pavor que le tenían sus empleados que los que trabajábamos en la parte administrativa teníamos que formar al llamado de ella con una agenda y esfero para que le asignara a cada uno las funciones que ella quería. Yo quedé sorprendido porque mis compañeras una vez les asignaba las funciones se iban corriendo hacia el escritorio o a donde tuvieran que ir para realizarla.

Cuando recién llegué me dio la orden de presentarme a una cita con la Dian, creo que fue por algún problema con la declaración de renta y tenía que ir a conciliar o a negociar una multa que tenía, no me acuerdo muy bien. En lo que llevaba trabajando, jamás me había tocado ir a hacer un trámite de esta envergadura, además me decía que la tenía que tenerla informada minuto a minuto. Esa semana que entré estaban preparándose para participar en la feria del calzado en Corferias, así que estuve un tiempo relajado, pero cuando llegó me mandó a la Dian. Yo no asistí y renuncié. Aquí sí fue peor, nunca me pagaron mi liquidación.

A estas alturas pensaba que yo era una persona inestable, que no me amoldaba a los trabajos bajo presión. Como una vez me dijo una persona: “No le gusta trabajar bajo presión y trabajando en la rama de la contabilidad, como raro, está en el lugar equivocado”. No sé si tenga razón o sencillamente estamos acostumbrados a que no importa lo que nos toque hacer y cuanto toque trabajar, lo importante es tener trabajo.

Pasé después a trabajar para una fiduciaria, contabilizando documentos de una empresa de telefonía muy conocida. Aquí tuve una jefe que se molestaba conmigo porque yo la trataba de usted y no la tuteaba, me decía que yo era un diamante en bruto. Una vez estábamos trabajando en las instalaciones de la empresa de telefonía y me sacó de la oficina, dejándome en los pasillos del edificio y diciéndome que me fuera. Esa vez me sentí muy mal, tanto así que no aguanté y lloré de la impotencia que tenía de no poder hacer nada.

Ingresé a laborar allí porque antes había trabajado con la empresa de telefonía como aprendiz Sena, la fiduciaria ganó la licitación y me ofrecieron trabajar con ellos. El primer día que llegué a trabajar, me acuerdo que a mi compañera y a mí nos vieron como un bicho raro porque íbamos vestidos de jean y tenis y supuestamente todos los días tocaba ir vestidos de ropa elegante. Al poco tiempo se terminó el contrato de la fiduciaria con la empresa de telefonía y nos terminaron el contrato a casi todos los que trabajamos para dicho contrato.

Hoy en día estoy trabajando como independiente en un café internet, pero con la crisis de la pandemia me va a tocar buscar trabajo en alguna empresa. Solo de imaginar lo que me espera, me deprime. Nosotros los empleados siempre vamos a salir perdiendo, las leyes están hechas a favor de los empresarios.

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