La paz de Quito avanza, a pesar de lo que dicen (sin bases) sus detractores. Y mientras tanto el país se prepara para dos escenarios (uno más pronto que el otro) que influenciarán en la Mesa: la visita del Papa y las elecciones de 2018.
Este es un país católico y polarizado, en el que todos tratarán de salir fortalecidos sacándole provecho a la visita de Francisco. Por eso el pronunciamiento de la Mesa tiene que ser de actos y no de palabras. Más a largo plazo, las elecciones de 2018 le quitarán oxígeno a la Mesa, hoy por hoy marginal en la agenda nacional. Una tregua bilateral podría ser la fórmula para liberar dos pájaros en una misma jaula.
Lo positivo es que las dos delegaciones de la Mesa de Quito han coincidido en el titular a favor de la tregua, falta precisar los detalles. El ELN busca una tregua bilateral que incluya tanto lo que en Colombia se ha llamado cese al fuego como lo que se suele llamar cese de hostilidades; una tregua incompleta no sólo sería absurda sino políticamente suicida. Se busca entonces una tregua que prohíba acciones ofensivas, que sirva como termómetro de buena fe y de cumplimiento a la palabra dada; esto es posible, necesario y urgente. Pero a esta propuesta se le cuelgan dos temas adicionales: la verificación y la concentración de tropas.
La verificación es posible por las mismas instituciones que ya han demostrado capacidad en el terreno y hoy son merecedoras de la confianza de las partes, por ejemplo, en el caso de las liberaciones recientes que se han dado por parte del ELN. Es decir: la Iglesia, las once embajadas que acompañan el proceso de Quito, Naciones Unidas, el Comité Internacional de la Cruz Roja y voceros de las comunidades y las organizaciones locales. Claro, con un puesto especial para las organizaciones de derechos humanos.
El otro debate es el de concentración de tropas. Este sería un paso precoz, pues la Mesa no ha llegado tan lejos para esperar que el ELN en solo pocos meses concentre sus miembros; se requiere mucho más para llegar a ese momento. Además, el Estado no ha dado muestras de poner de su parte en el cumplimiento de compromisos para construir paz (en el marco de los graves problemas de implementación de lo acordado con las Farc) como para exigir a la contraparte tan determinante medida.
Pero es totalmente posible hacer una tregua sin concentración de tropas. Hay experiencias internacionales de treguas temporales sin concentración de combatientes, así que esto no puede ser ni un impedimento ni una línea roja para avanzar. Un elemento a tener en cuenta: la realización de informes sobre violaciones de derechos humanos por parte del ejército colombiano, no han necesitado de su concentración para verificar el respeto a las normas.
La Mesa debe “desecuestrarse”:
este no es el único tema de la agenda
ni el único problema humanitario del país
El debate del secuestro es parte de la Mesa, pero la Mesa debe “desecuestrarse”: éste no es el único tema de la agenda ni el único problema humanitario del país. Las acciones humanitarias, en el marco de la tregua, deberían incluir también, por ejemplo: programas de desminado y la atención a la crisis de salud en las cárceles (no solo de los detenidos del ELN, sino de todos los presos). En este sentido, valdría que las EPS fueran obligadas a cumplir como hospitales de referencia de los centros penitenciarios.
Pero el gran reto humanitario (punto 5F) es el asesinato de líderes sociales en Colombia, lo cual a su vez no depende simplemente de perseguir a los asesinos (cosa que el Estado no hace de manera eficaz) sino por desenmarañar la red que está detrás de una práctica sistemática y creciente. Sacar la violencia de la política implica no solo un deber del ELN sino también del Estado y de este con relación al paramilitarismo. Toca pasito a pasito, pero no estancarse en un solo tema, ni quedarse a la mitad del camino.
@DeCurreaLugo