Coloquialmente el término "rajar", es utilizado como sinónimo de reprobación; ahora bien, en la actualidad un sinnúmero de situaciones han demostrado los vacíos éticos en todos los niveles. Al parecer, impera la frase difundida en el argot popular: "el vivo, vive del bobo".
Las mentiras pululan por todo lado, se hacen promesas que nunca se cumplen, se endilga a las personas responsabilidades que no tienen, se elevan precios, se sustraen recursos, se prima a los ricos a costa de los pobres, que se vuelven cada vez más pobres.
Los recursos estatales se utilizan, en ocasiones, para pasear, pero es imposible utilizarlos para el traslado de medicinas, o enfermos; algunos funcionarios, se van a realizar actividades oficiales y terminan de shopping, se critica a los gobiernos fronterizos implorando la ira divina por las situaciones que allá viven, mientras que se alcahuetea y desatiende los problemas locales.
¿Qué decir de las nuevas normas? Se acuñan para ayudar a los de siempre o tal vez se convierten en el pretexto para que emerjan nuevos mesías, que prometen el mejoramiento del estado social de derecho, claro está, para mantener el poder y dominio en el Estado.
Se asesina, se calla a la fuerza, se destruye en vez de construir, y se organizan pruebas falsas mientras que las verídicas se callan o destruyen. En fin, las acciones morales, aunque siguen siendo malas, se las reviste de argumentos éticos loables.
Colombia, desde tiempos de la colonia, pasó de mano en mano, aguantó los avatares de una violencia sin sentido, pero, se desangra actualmente ante la indiferencia de los gobernantes y la justificación acomodada de algunos politiqueros de turno, los que utilizando sofismas de distracción no hacen más que seguir engordando sus arcas.
Todo esto nos lleva a pensar que las personas vamos olvidando o tal vez ignoramos qué es la ética y, sobre todo, como está debe ser la base de la reflexión de nuestros actos. Esto con el fin de no seguir siendo cómplices de las atrocidades de unos pocos en contra de la mayoría.