A fuer de ser sindicado de vocero de la guerrilla o de “santista” enmermelado, según sea del caso, los comentaristas con seudónimos suelen hacerlo, corro el albur de decir algo, a contrapelo, acerca de lo mismo: el proceso de paz con las Farc-EP, sus contingencias y riesgos de variado tenor que corren, unos más que otros, sus protagonistas.
Y, desde este imaginario a contrapelo, decir cuánto pienso de las “salidas” de los negociadores del Gobierno, De la Calle, entre otros, acerca de la guerra macondiana que libra el Estado contra la guerrilla, la subversión y contra todo lo que se le atraviese y presuma, el Estado, que huele a una y otra.
Eso de que “la guerra estratégica ya terminó y que el Estado la ganó”, vaya si resulta carente de acervo probatorio y de lógica conceptual; de un desconocimiento de la historia mínima del conflicto armado colombiano; de la violencia política que lo alumbró y de la confrontación ideológica que lo sostiene y subyace en condicionantes sociales, políticos y económicos, que giran en su órbita.
Asumiendo que la guerra de guerrillas es táctica por naturaleza, dicen los manuales consultados en las bibliotecas militares, la guerra entre el Estado y las Farc-EP, está y seguirá viva y coleando; causando muertes en número cada vez mayor de soldados, guerrilleros, campesinos e indígenas; destrozos irreparables del medioambiente, los recursos naturales, la infraestructura vial y energética; éxodos y desplazamientos todos los días.
Nada de ello deseable ni compartido, por supuesto, pero inherente a este tipo de confrontación; a sus lógicas, dinámicas y tiempos, variables para nada presupuestadas ni consideradas por los negociadores del Gobierno, no obstante el peso específico y determinante que tienen.
El Estado no ha ganado ninguna guerra. Ni la va a ganar, aunque le cambien el nombre de guerra táctica por guerra estratégica o de “resaca”, como denomina De la Calle a la guerra de guerrillas que libran en Colombia los ejércitos rebeldes de las Farc-EP y ELN, contra el Estado.
Si De la Calle no lo sabe, los comandantes y estrategas de las FF. AA., sí lo saben. Y si no, pues que consulten la historia, a ver cuáles han sido los éxitos de los ejércitos regulares en el mundo en esa lucha desigual.
Ya está bueno de las derrotas de papel, imaginarias, infligidas a las guerrillas, que cada cierto tiempo, y más ahora en estos de negociación del conflicto, proclaman el Estado y los comandantes militares.
Llevamos cincuenta años de estar oyendo el mismo disco rayado del “fin inminente de de la guerrilla”; de su “rendición y sometimiento por la vía de las armas de la República”, y cuanto parte mediático sirve para justificar el morboso “estado de guerra permanente” en el que vivimos los colombianos.
Y nada.
O sí.
Dos reelecciones presidenciales seguidas; el escalamiento del conflicto; cada día más colombianos muertos por la guerra de guerrillas, de “resaca”, táctica o estratégica; gasto militar exorbitante e inversamente proporcional al resultado que obtienen las armas de la República.
Si bien la guerra es real, de sangre, muertes y destrucción, cuanto se hace por acabarla, por ponerle punto final, parece de ficción por parte de los sucesivos gobiernos que se han puesto en la tarea, esa sí de estrategia electoral, de acabarla, bien venciendo por la vía armada a la guerrilla e imponiéndole rendición y sometimiento, bien por acuerdos negociados bajo la misma premisa de la rendición y el sometimiento sin garantías para el opuesto.
Tal, cuanto se deja ver y venir en la Mesa de La Habana, a la cual, en cada ronda de negociación, la contraparte Estado le agrega una pata más, con su respectiva mina, para quebrar las del contrario e imponerle su pax romana.
En ese contexto, cuanto les espera a los otros de la Mesa, a las Farc-EP, a su cúpula, comandantes y combatientes, no es algo que pueda convenirse amigablemente y conducir a un acuerdo de paz duradero, si es que se llega a ese fin: el juzgamiento y penalización de aquellos por la justicia internacional, como de manera imperativa pide el fiscal general de la Nación.
Y ratifica con vehemencia: si no hay penas para las Farc por terrorismo y crímenes de guerra, no hay acuerdos. Desde luego, en una sola vía las penas pedidas por el Fiscal General, aunque los dos contendientes estén incursos en terrorismo, crímenes de guerra y otras ñapas de ese tenor.
Así las cosas, y para salvarse de la razia que va a sobrevenirle a las Farc por el imperativo del Fiscal Montealegre de echarles la justicia internacional encima si no se someten a las penas por terrorismo y crímenes de guerra, cuanto les queda es prohijar la admonición del fiscal: “es mejor que el presidente se levante de la mesa de negociación”.
Pues que “se levante” y que siga la matazón que tanto defienden los que nunca han sido tocados por la muerte y heridas de la guerra, por la desolación y el arrasamiento de la guerra, por el desastre de la guerra.
¡Y que nos jodamos todos!
Poeta
@CristoGarciaTap