En el año de 2011, surge en España un movimiento social llamado Los Indignados un grupo de ciudadanos que proponían la revisión y ajuste de asuntos nacionales como la economía, la política y los derechos humanos. Estos españoles protestaban de forma pacífica y con sustentos desde principios e ideales que concebían una sociedad más equitativa, una economía más humana y un estado en que los poderes se dividieran realmente. Fue tan grande su alcance que incluso en Colombia nos enteramos.
Colombia es también un país de indignados, sin embargo, cuán distantes estamos del modelo español que, no siendo perfecto, consiguió visibilizar asuntos detrás de la crisis que no eran muy conocidos y terminó contagiando a otros países cercanos. En Colombia, nos indignamos por todo; todo lo que no corresponde a lo que consideramos justo, legal o “normal” causa rechazo, desprecio y hasta violencia.
Pero… ¿de qué sirve nuestra indignación?, sería más provechoso indignarnos menos y actuar más. En ese orden de ideas:
• Nos indignamos por el nivel de pobreza de nuestro país pero no asumimos nuestro proceso de formación con compromiso
• Nos indignamos por la violencia de género y en nuestra cotidianidad usamos expresiones y chistes sexistas
• Nos indignamos por la corrupción pero vendemos nuestro voto a mejor postor
• Nos indignamos por el maltrato a los niños pero nos preocupamos por formar a los futuros padres
• Nos indignamos por los gestos de los demás pero poco nos preocupa el efecto que nuestras palabras, gestos y omisiones tienen sobre los demás
• Nos indignamos por los padres irresponsables pero reflexionamos poco sobre las personas que elegimos como pareja y progenitores de nuestros futuros hijos.
• Nos indignamos por las autoridades que se venden, pero siempre estaremos dispuestos a evadir multas, impuestos y/o sanciones.
• Nos indignamos por la intolerancia pero nos cuesta aceptar y respetar al que piensa diferente.
• Nos indignamos por la violencia pero nos esforzamos por tener armonía con quienes nos rodean.
• Nos indignamos por la crisis ambiental, pero estamos poco dispuestos a sacrificar nuestro consumismo y comodidad, en pro de la conservación de nuestro entorno
• Nos indignamos por la desinformación, pero los canales privados nacionales reinan en nuestro televisor.
No se trata de cuestionar la protesta, el problema es que nos hemos convertido en una sociedad que se limita a ese ejercicio pero que le cuesta tomar medidas, que le cuesta reaccionar y que le cuesta deshacerse de su vida “cómoda”. La indignación lleva a poco si no se acompaña de una verdadera acción, que nos permita generar cambios en nuestras actitudes y la forma como aportamos a nuestra sociedad.