Dolor, resignación y tristeza es lo que muchos sentimos esta semana al ver las noticias. al encender la pantalla del televisor y ver en ella el sufrimiento de una madre, el llanto de una multitud y sobre todo la agonía de un país que a diario entierra vidas, sueños e ilusiones. Pareciera que en Colombia la historia se escribiera con tinta color sangre y peor aún parece que a muchos no les importa.
Tratamos de vivir en nuestra normalidad, cuando la realidad es que diariamente matan, violan y doblegan muchas existencias. Un informe de la Policía Nacional revela que durante los primeros seis meses de este año 2020 han asesinado a 6347 personas. Por desgracia muchos naturalizan estas cifras, las vuelven paisaje. Y otros vilmente las justifican, “es que estaban en malos pasos”, “¿quién los mandó a meterse por allá?”, “los niños buenos se quedan en casa”.
¡Nos están masacrando! ese fue el grito agónico que volcó las distintas redes sociales y cómo no, si el resumen de una semana fue el siguiente: 2 indígenas siniestrados por balas del Ejército Nacional en Corinto (Cauca), en Sincelejo a 1 muchacho de 17 años le mutilaron un brazo con un machete tras un ataque homofóbico, entre Cauca y Nariño paramilitares le quitaron la vida a dos adolescentes uno de 12 y otro de 17 años, en Calí en medio de un cañaduzal encontraron 5 jóvenes degollados y por último 9 vidas fusiladas en Samaniego, Nariño. Un número incontable de vidas destrozadas.
En el mismo informe de la Policía Nacional detalla que de enero a julio de este año en promedio 1057 personas fueron asesinadas al mes y que de ellas 49 eran niños y adolescentes. El país del no futuro, aquel que no le garantiza seguridad, educación, alimento, vivienda y demás derechos a nuestros menores, es ese mismo Estado indolente que está permitiendo que nos arrebaten la vida a la vuelta de la esquina ya sea por el cuchillo de la inseguridad denotado por un robo o por los implacables proyectiles de metralla en medio de un conflicto armado. Sea cual sea la razón el motivo está acabando con nosotros y con nuestras familias.
Por si fuera poco la Organización de Naciones Unidas (ONU) expresó una severa preocupación puesto que en lo corrido de este año se han presentado 33 masacres, 41 bajas de exguerrilleros en proceso de reincorporación y el asesinato de 97 defensores de derechos humanos.
Mientras tanto las autoridades, los gobernantes y cualquier político no tienen respuesta alguna se conforman con manifestar “solidaridad” y “dolor”, prometiendo “investigar” y “llegar al fondo” de estos hechos. Siguen el mismo guión de siempre. Promesas y palabras vacías, no hay garantías, no hay eficacia, no hay justicia, no hay nada. Estamos muriendo, no volteemos la mirada, indignémonos, exijamos respuestas, démosle voz a nuestros muertos, no permitamos la impunidad y la continuidad de estas barbaries. Que la sangre no sea tan cotidiana como el agua