No están matando a nosotros que somos el futuro, a nosotros que buscamos las posibilidades hasta el cansancio para poder salir adelante, a nosotros quienes día a día nos despedimos sin saber si regresaremos.
Jóvenes, luchadores y llenos de sueños, no volverán a abrir sus ojos porque desprendieron sus esperanzas con un balazo o con un golpe y los maltrataron hasta la muerte.
Hoy estamos de luto por nuestro país que se ha encargado de normalizar la guerra: naturalizamos los asesinatos hasta el punto que aceptamos desgarradoras noticias.
Nos levantamos llenos de titulares a nuestro alrededor que hablan de la muerte de jóvenes inocentes que pagaron las consecuencias de una guerra, ya sea de poder, de pandillas o de drogas; un conflicto que deja a sus madres ahogadas en llanto, intentando descubrir quiénes son los responsables para poder verlos tras las rejas (si algún día lo logran) y por fin tener algo de paz en sus corazones.
Nos están matando, sin pensar en nada. Nos están matando, dejando familias llenas de rencor contra un Estado incompetente, que como siempre solo dejará pasar el tiempo, sumando más familias llenas de dolor por la injusticia; una injusticia que nos persigue por años y que no parará hasta que nos unamos para decir no más. Solo están apagando la poca luz que le queda a nuestro país.
Es hora de luchar por un cambio y no permitir que nos sigan destruyendo las esperanzas, ni que sigan desquitando su ira con aquellos que no tienen la culpa. Si hay guerra que sea contra los verdaderos responsables, aquellos que los mueve el dinero y que dejaron de sentir para convertirse en asesinos detrás de un escritorio.