Según datos de la Defensoría del Pueblo, desde el posacuerdo hasta la fecha, se han asesinado aproximadamente entre 200 y 300 líderes sociales y defensores de los derechos humanos. Los departamentos en los que se presenta esta situación con mayor ferocidad son Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó. Además, con la masacre de Argelia (Cauca) los asesinatos y amenazas hacia líderes sociales ocurridos durante esta semana hacen evidente que la paz está tambaleando sin que Iván Duque se posesione aún como presidente.
La masacre de Argelia tan solo es la punta del iceberg de las barbaries que se han presentado por estos días en nuestro país. Ante la indiferencia de una nación preocupada por si Colombia clasificaba a cuartos en el Mundial, se presentaron sistemáticos asesinatos a líderes sociales, entre estos casos se encuentran el de Hernán Álvarez Uribe, miembro de la Asociación de Barqueros en Ituango; la ya mencionada masacre de Argelia que dejó un saldo de siete muertos; la muerte de Felicinda Santamaría, presidenta de una Junta de Acción Comunal en Quibdó; el atentado contra Luis Barrios Machado, defensor de los DD.HH en el Atlántico; el homicidio en Medellín contra el sobrino de James Zuluaga, líder social y defensor de los derechos humanos de la Comuna 13 en Medellín, y el asesinato de Ana María Cortés, lideresa social que hizo parte de la campaña de Gustavo Petro en la Colombia Humana.
Ninguno de estos casos puede quedar en la impunidad, al igual que los casos de los otros trescientos líderes sociales que han sido asesinados luego del acuerdo entre el gobierno Santos y la desmovilizada guerrilla de las Farc-Ep. Estos valientes líderes han defendido la restitución de tierras y la sustitución de cultivos ilícitos, pero los grupos aliados con el narcotráfico, muchos de ellos con la influencia ideológica en contra del proceso de paz, han perpetrado asesinatos de estos seres humanos que lo único que buscan es vivir en un país justo, en un país reconciliado y en paz.
El Estado infructuoso no toma medidas claras frente a la trágica situación que se vive en el país, donde en el marco del “posconflicto” se siguen presentando crueles asesinatos y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, si el gobierno del Nobel de la Paz ha tomado esta problemática como un asunto de cifras y de líos de faldas, es muy difícil que el gobierno entrante, auspiciado por la mermelada y la parapolítica, logre poner freno a esta situación sin la presión ciudadano. Por esto el llamado es a que los colombianos nos solidaricemos en contra de la barbarie que se está presentando en el país. Si nos unimos para ver a la selección Colombia jugar en el Mundial, unámonos para movilizarnos y dejarles claro tanto al Estado como a los grupos armados que no toleramos estos crímenes en contra de la humanidad.
