Nos estamos robando nuestra propia libertad

Nos estamos robando nuestra propia libertad

Aunque solemos creer que gozamos de todos nuestros derechos, al salir a la calle esta noción se borra por completo. Acá una mirada

Por: Camilo Morales Jiménez
agosto 06, 2019
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Nos estamos robando nuestra propia libertad
Foto: Las2orillas

Suena extraño ese título porque siempre hemos pensado que estamos en un país libre, pero esta idea se borra con solo ir a la calle. Ahora bien, antes de continuar vale la pena que contextualicemos el término libertad. Maximilien Robespierre la define como el primero de los bienes del hombre, el más sagrado de los derechos de su propia naturaleza y que tiene como límite los derechos de todos. En esto es de gran importancia basar el soporte teórico en el análisis la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en la cual se encuentra lo siguiente:

Artículo 3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 13. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

A estos dos artículos quiero referirme puntualmente ya que, como lo dije al inicio, las libertades se acaban con salir a la calle. Es que cada vez más estamos viviendo en lo que algunos llamaron la selva de cemento, en la cual las reglas son la libertad de circular libremente sin pensar en los efectos de esta libertad.

Es frecuente ver cuando uno sale a la calle que las normas de tránsito no se cumplen e impera la ley del poder. Con esto me refiero a que cada individuo hace lo que quiere y puede, no lo que debe. Ejemplos abundan en el día a día: personas en bicicletas, motos, carros y cualquier sistema de transporte que pasan por alto los semáforos en rojo; motos que se meten al ciclocarril; carros que cierran a los otros; personajes que no respetan las cebras; motos que zigzaguean por toda la vía; personas que realizan una U en zonas no permitidas; gente que se parquea en puntos prohibidos... en fin. Sin embargo, lo peor de estos actos es la falta de concientización de todos sobre los efectos que estos comportamientos traen. Es que estos actos por simples que sean nos están robando nuestro derecho a la vida y a la seguridad personal. Para demostrar este punto están las siguientes estadísticas:

  • La Organización Mundial de la Salud reportó que cada año mueren cerca de 1,3 millones de personas en las carreteras del mundo entero, y entre 20 y 50 millones padecen traumatismos no mortales. Además, los accidentes de tránsito son una de las principales causas de muerte en todos los grupos etarios y la primera entre personas de entre 15 y 29 años.
  • Según la ministra de Transporte, Ángela María Orozco, en lo que va corrido de este año en promedio mueren 15 personas por día. Lo anterior significa que cada 94 minutos pierde la vida un colombiano en las vías, siendo esta la segunda causa violenta de muerte en el país.

Y esto es alarmante, más si pensamos que solo el año pasado se movilizaron 34,797 carros nuevos y 85,821 motos nuevas. En este panorama, además, hay un problema que cada vez más se acrecienta en todas las ciudades de Colombia: la infraestructura vial es insuficiente para el parque automotor. Y si a eso le sumamos nuestra falta de respeto a las normas de tránsito, esto es una bomba de tiempo que está estallando diariamente en nuestra cara.

Sin embargo, un punto claro en este asunto es que el Estado como un actor corrector-compensador debe buscar la forma de minimizar esto a través de la creación de sistemas de movilidad masivos de calidad, pero como en el caso del Cali con el sistema de transporte MIO —siglas que significan Sistema Masivo Integrado de Occidente— el sistema es tan precario que un recorrido que en promedio podría tardar 35 minutos, el sistema masivo de transporte lo hace en 65 minutos, llevando a que solo el 37% de la ciudadanía use estos sistemas (Transporte masivo en Cali, un fracaso rotundo)

Con esto en mente, podemos quejarnos de la situación y volvernos irascibles por la falta de movilidad, pero algo que no se nos puede olvidar es que la vida y la seguridad de las personas es un derecho fundamental.  Teniendo en cuenta esto último, nosotros somos parte del problema y de la solución, porque todos hacemos cosas en la carretera que podemos pero no debemos y estos comportamientos son los que nos están generando a nosotros mismos falta de seguridad. Por lo tanto, más que seguirnos quejando de los demás debemos pensar que este tipo de actos por simples que sean nos están robando nuestra libertad.

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