Disfruto mucho de viajar con mi familia. Soy de esos que trabaja para tener la oportunidad de aprender de nuevas culturas y, si es el caso, descansar en la playa.
Pues bien, este 15 de julio de 2021 tuve la oportunidad de visitar Punta Cana (puerto por el cual entraron los mercenarios colombianos que estuvieron involucrados en el magnicidio de Jovenel Moïse, presidente de Haití) y nos pusieron miles y miles de trabas.
Tal fue la cosa que al final no nos dejaron entrar por no estar vacunados, disculpa realmente equívoca y maliciosa, ya que iba con mi abuela, quien ya estaba inoculada y tampoco la dejaron ingresar. Además, tampoco íbamos a dejarla sola en dicho país.
Con eso en mente, mi afán con esta nota es hacer que veamos la magnitud del daño social que le hacemos no solamente a uno de los países más pobres y olvidados del mundo, sino también a una patria hermosa como Republica Dominicana (no me canso de ir a este hermoso país) y a nosotros, especialmente a quienes vivimos en los 80 y 90 (época donde nos miraban con ojos de peligro e ilegalidad, siendo, cree este servidor, un país hermoso, inteligente y con ansias de oportunidades).
Que esto no nos quite el espíritu viajero, el amor por conocer y culturizar nuestra vida. Más bien, creo que esto es un llamado al patriotismo, al amor por vivir cada día en un país mejor y, sobre todo, a que este 2022 sea un año de buenas elecciones nacionales.