Colombia es un país subdesarrollado, una nación que ha sistematizado sus políticas de atraso. Los gobiernos de los últimos años han agudizado las políticas de apertura económica y de libre mercado, bastión económico que surge en la constitución de 1991 y que ha afectado gravemente la poca industria, el agro y la economía de las empresas colombianas. El libre mercado acompañado de tratados de libre comercio ha desplazado millones de trabajadores de sus empleos y ha extinguido estas plazas del mercado colombiano, condenando a su vez a las familias que dependían de este sustento a una serie de penumbras bajo la fachada de que “el que es pobre, es pobre porque quiere”, por la pereza o porque los jóvenes no tienen las condiciones que demanda el mercado laboral colombiano, todas mentiras para encubrir un política económica fracasada ante un país que pide un cambio.
La democracia participativa en Colombia es un reflejo de la grave situación social que padecen millones de ciudadanos, estas condiciones son las que definen el mapa electoral del país, condicionados no por las necesidades de desarrollo de nación, sino por una solución cortoplacista de buscar cómo vivir el día a día y no resolver la situación macroeconómica del país.
La política de los últimos años confina cada vez más a centenares de empresas colombianas a la quiebra, privilegia a las grandes plataformas multinacionales, aplastando así a aquellas que quedan relegadas. Las pequeñas y medianas empresas o las famosas PYMES no tienen otro futuro más que prolongar su fin, como quien nada en contra de la corriente. Lo grave de esta política no es el capital extranjero, por el contrario, es la poca inversión en los sectores industriales que ven cómo las transnacionales llenan el mercado por lo barato de la mano de obra asiática y africana, dejando a la producción nacional sin las mínimas condiciones para hacerle frente al gran capital, acompañada esta situación con los nulos aranceles o los TLC que aceleran el proceso de quiebra nacional.
La crisis que atraviesan las empresas colombianas perjudica directamente a los trabajadores que impotentes ven cómo sus antiguos empleos desaparecen, se calcula que desde la firma de los tratados de libre comercio el país ha sufrido una pérdida de más de 5 millones de empleos. Problemática que afecta a todo el país, ya que el sistema pensional y de salud que depende de los contribuyentes se queda sin aportes, colapsando así las pensiones y transformándola en un sueño cada vez más inalcanzable, menos trabajos formales también generan menos recaudo de impuestos y por ende menor capacidad de inversión social, así se demuestra que es una crisis estatal en todo su esplendor.
El futuro de las familias que pierden su sustento es cada vez más incierto, dependiendo así del “rebusque”, perseguidos por las autoridades, ya que solo son útiles para maquillar las cifras de desempleo del Dane, que transforman a los rebuscadores en emprendedores. Muchos colombianos no vislumbran que esta es una política de quiebra, política que los confina a la pobreza y engendra los hilos de miseria que en Colombia sufrirán más de 11 generaciones antes de poder romperlos y tener la vida como las películas de Netflix nos venden día tras día.
Estas penurias dejan a más de medio país como un blanco fácil para los politiqueros y corruptos que aprovechándose de estas condiciones, consiguen votos por montones al repartir tamales, lechonas, cemento, ladrillos o cincuenta mil pesos que sirven para el diario de dos días, calmando así el hambre momentánea. Estos políticos que cambian de colores como de camisas son continuistas de las políticas que los llevaron a tan pésimas condiciones, por es necesario que todo el país entienda cual es el rol del que paga el voto y es que como decía Carlos Gaviria Díaz “quien paga para llegar, llega para robar”. Engendrando en últimas de la corrupción que según la Contraloría le cercena el país cerca de 50 billones de pesos.
Todo lo anterior es muestra de la seria necesidad de un voto que realmente sea libre y con conciencia, pues las condiciones que padece el país lo hacen un gran fortín de votos: condenan a millones de colombianos para aprovecharse luego de ellos en las elecciones, fenómeno que retorna cada 3 o 4 años como un reloj que marca la hora que nadie quiere que llegue y que para las elecciones de octubre resucitarán como una predicción tenebrosa para el país y los colombianos que son quienes sufren por la políticas de quiebra que pasaron de Gaviria, Pastrana, Uribe, Santos y ahora encarna Duque con su nuevo frente nacional.