El señor que, por temas legales y que no da título a esta publicación —pero que muchos intuyen—, debería jugar, —para tranquilidad de un país—, en algún equipo que nadie conozca, como un lamemelcusen en Irán, o un chow fut en Vietnam o en la tercera del espectacular fútbol peruano.
Quizá suene a un desprestigio de su innegable talento, pero la novela en que su rendimiento y “minutos de juego” se convirtió, es demasiado fastidiosa y por lo mismo, comprendo al técnico francés.
Es visto por muchos como, el logro divino de una tierra socarrona y violenta; pertenece y representa a toda una identidad y cultura futbolística, —como si fuera el único— la esperanza máxima para clasificar al mundial... y que el “terrible calvo”, el ogro girondino, se niega a favorecer y no deja jugar. No cede ante la presión de una comunidad apasionada que le exige con groserías y un amarillismo, —en lo que son expertos los medios deportivos españoles— costumbre del pueblo que ve en el fútbol y su drama, la mayor de las importancias, —los demás temas no merecen ninguna atención, excepto cuando hablan de penes—convirtiendo a este deporte en una sangrienta batalla cada fecha.
El monstruo francés respiró cuando le dijeron eso; descansará porque desaparecerá el hostigamiento, la persecución y el vituperio. Este, se transferirá, —con el jugador— al nuevo club, en otro país, con sus respectivos medios sensacionalistas, pero ya no en España, en el Madrid.
Teniendo en cuenta que el colombiano promedio es más pegado que una sanguijuela a los logros de otros, hacen la pareja perfecta junto al inmaduro y quisquilloso Oliver Atton—el cual nunca banqueó, excepto cuando se lesionaba— pero de la hermosa tierra Norte santandereana.
La maldición de tener un talento, de hacer algo extraordinario o de sobresalir ante el mundo, —en este país—, es la que generará ese martirio en cualquiera de los campos donde este o cualquier personaje distinguido llegue, porque, en este caso particular, colocará de nuevo en un dilema inconcebible, a las directivas del respectivo plantel:
¿Lo pongo a jugar porque todo un país y los medios lloran?
¿Ese país no tiene más problemas que [...] y su juego frecuente?
¿La paz no contiene también, el respeto en el fútbol y las redes?
Mientras [...] lleve tras de sí al país, que actúa como un “papito orgulloso” que tiene al niño en una escuelita de fútbol y, exige al entrenador que lo ponga a jugar porque lo van a grabar o porque en opinión personal, “juega muy bien”; engendrará la aversión biológica por el jugador colombiano.
Tengo 2 recomendaciones aquí:
- Querido hincha, analice su vida, si es necesario reestructúrela o, fabríquese otra más productiva, y preocúpese por cosas importantes.
- Querido [...], madure, y ponga en su sitio a toda esa gente. Es su trabajo, son sus problemas; no necesita “papitos orgullosos” en su vida.
