Evaluar los contextos en los que el elector puede encontrarse a la hora de depositar su voto son innumerables. Por un lado, porque deben tenerse en cuenta factores como ubicación geográfica, condición social, idiosincrasia, en qué medida la violencia afectó su desarrollo económico y social, entre otras. Por otro, porque cada voto es un universo distinto. Para analizar al menos un caso aplicado debería existir una muestra – termino estadístico— totalmente garantizada.
Ahora bien, el propósito de este escrito es examinar un aspecto que se asemeja a las primeras líneas del párrafo anterior y es la consecuencia que puede causar un nombre en un elector en el momento en el que se acerca a la urna, para con ello hacer una critica a un hecho que se aproxima en el campo electoral colombiano.
Con esto me refiero específicamente al nombre Farc, como partido político, producto del acuerdo de paz. Seguramente, para muchos electores, ver este nombre en tarjetón generará muchas cosas.
Y me detengo en este caso, porque como bien lo dicen los reglamentos del Consejo Nacional Electoral y las resoluciones que ha proferido, como la Resolución 3443 de 2013 , donde niega a un movimiento político, un nombre y un logo, bajo el argumento que este hecho podría influir en la decisión del votante, hoy quiero decirles que el nombre Farc también incide en la decisión de los votantes.
Afirmo lo anterior basado en teorías filosóficas y psicológicas asociadas a la violencia simbólica. Según Pierre Bourdieu, es un hecho que un dominador, en este caso el nombre Farc, ejerce violencia indirecta sobre un dominado, el elector. Esta violencia según Bourdieu hace que el dominado (elector) acepte como legitima la condición de dominación que ejercen sobre él.
En el contexto del análisis de Bourdieu, esta violencia simbólica puede ejercerse en múltiples casos y por muchos actores, según la ocasiones. En ese escenario este hecho puede imponer una visión sobre un tema en específico, el cual resume Bourdieu puede tener resultados sin un gasto aparente de energía.
¿Por qué digo entonces que el nombre Farc ejerce violencia indirecta sobre el elector? Porque en regiones del país, donde la violencia directa ha sido tan marcada, la violencia simbólica tiene cabida. Sobre todo en épocas electorales, donde si el elector no votaba por quien el grupo armado dijera, las consecuencias eran irreparables.
Por tanto, ese comportamiento habitual en las elecciones dejó una huella en los electores de muchas regiones del país, los cuales al ver el nombre FARC en el tarjetón podrían sentirse presionados bajo la teoría de violencia simbólica y sin una razón distinta al “miedo” llegarían a votar por las FARC, en el entendido que lo que antes se configuró como violencia directa, hoy se refleja en violencia indirecta.
Basados en lo anterior, ¿qué energía podrían gastar las Farc con su logo y nombre en el tarjetón para llevar a un elector a tomar una decisión? o ¿hasta qué punto el daño psicológico causado haría que el elector al ver nombre Farc en el tarjetón tome una decisión implícita por razones ajenas a su decisión autónoma? Todo esto me lleva a considerar que el nombre Farc para un partido político va en contravía del sistema electoral colombiano.