No todos los Ñeñes son Hernández. Ni los Ñoños, Elías

No todos los Ñeñes son Hernández. Ni los Ñoños, Elías

Estas palabras, comunes en el argot periodístico, tienen diversos significados. ¿Cuál es su origen y cómo terminaron siendo el sobrenombre de estos personajes?

Por: Carlos Tamarago
agosto 09, 2021
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No todos los Ñeñes son Hernández. Ni los Ñoños, Elías

Qué quiere decir ñeñe. O qué significa ñoño.
Estas palabras han invadido la sonoridad pública con variada intensidad y carga de sentido. Su preeminencia pudiera adquirir connotaciones poco menos que geopolíticas, pues alguna vez se notó que la letra Ñ no forma parte de ningún otro abecedario mundial salvo el del español o castellano. ¿O no?

Esto quiere decir, y no es una exageración, que este debate es nuestro, exclusivo: en vivo y en directo.
Ñeñe puede figurar como hipocorístico; ¿también es un diminutivo hipocorístico? ¿Igual ñoño? Bueno, el ñoño llegó a ser senador. El Ñeñe todavía no ha ingresado sino indirectamente a la Presidencia del la República. Vaya usted y sopese la importancia actual, indudablemente perecedera, de los términos.

Lo cierto es que, a mi parecer, tales palabras se parecen un poco a pepe, chalo, tuzo, joe, ney, chucho, chicho, etcétera. Son formas de lo que Wittgenstein podría haber catalogado como juegos del lenguaje.

He dicho que figura como hipocorístico; no he dicho todavía qué significa. A veces en la costa atlántica el término adquiere ribetes poco menos que geopolíticos en expresiones como: ¡Mierda! Con nadie más te metiste: ¿¡con el Ñeñe!?; la medio cacorradita del Ñeñe. Eso, aunque en algún caso de marras, el Ñeñe no sabía con quién se estaba metiendo cuando incursionó en la pasada contienda electoral.

Ñoño tiene connotaciones quizás más flojas. Ser ñoño aparentaría significar perezoso. Pero también significaría algo como pechichón o consentido. Quizás haya una comunicación, juegos de lenguaje entre un significado y el otro: es ñoño, perezoso, porque ha sido criado pechichón: no se activa sino cuando lo regañan.

A veces, en la casa, la mamá le dijo al hijo: ñoñí, ñoñito, ven acá, hijito. Y ahí puede verse el impacto de lo que se entiende por pechichón. A veces, simplemente, se hereda, pues al padre de Ñoño se le dijo Ñoño, derivado del uso consuetudinario de alguno de los significados anteriores.

Ojo, la palabra ñoñi a veces se usa de manera distinta, como en la expresión ¡Ah, ñoñi! Significa algo como: ¡y todavía lo dudas! Algo así como ¡cómo, ¿lo dudas?, ¿si es demasiado evidente! Es un juego del lenguaje que entona una cierta perplejidad entre los hablantes. O de burla estupefacta en la cara del uno barruntando al otro. Ojo, el montaje de cada expresión en el lenguaje es polisémico.

La carga de Ñeñe y de Ñoño puede venir desde la infancia. Eso hace que también, en cada caso, signifique el nombre con el que se conoce a alguien si a continuación se agrega el apellido del cliente servidor. En Colombia, sin embargo, no todos los Ñeñes son Hernández. Ni los Ñoños, Elías. Incluso otros seres que soportan tales alias los siguen soportando, impertérritos, sin inmutarse ni darse por entendidos.

Y lo hacen así porque no tienen escapatoria. No hay nadie, no se conoce quién pueda quitarse un sobrenombre de encima. A veces, primero suena así de puertas para adentro del hogar, como gracejo o forma almibarada de llamar al hijo, pero luego que sale a la calle ¡no lo para nadie!

Entonces, ahora sí vale agregar qué es lo que dice Wittgenstein sobre los juegos del lenguaje. El asunto no es de poca monta. Refiero aquí un encumbrado debate entre mentes pertenecientes a las grandes ligas del pensamiento.

Amartya Sen habla al respecto en su ensayo 'Sraffa, Wittgenstein y Gramsci: ¿Qué tipo de objeto es esta filosofía espontánea?'. El primer elemento que Gramsci enumera bajo esta categoría es “el lenguaje mismo, el cual es un conjunto de nociones y conceptos determinados, y no simplemente de palabras gramaticalmente vacías de contenido”.

Gramsci ha dicho previamente: “Es preciso destruir el difundido prejuicio de que la filosofía es algo sumamente difícil por ser la actividad intelectual propia de una categoría particular de especialistas o de filósofos profesionales y sistemáticos”. Gramsci argumentó, en cambio, que “primero se debe mostrar que todos los hombres son filósofos, definiendo los límites y características de la ‘filosofía espontánea’ propia de todo el mundo”.

De extraerse, las denominaciones de Ñeñe y Ñoño forman parte de una categoría denominada filosofía espontánea; entonces los actos de denominación de Ñeñe y Ñoño tienen todas las características de uso del lenguaje como una forma de conocimiento del mundo. Pero hay algo mucho más importante todavía: son parte de la forma antropológica del lenguaje, misma con que Piero Sraffa pudo influir sobre el pensamiento y la formulación teórica de alguien de la categoría excelsa de un pensador como Wittgenstein, que morará por siempre en las grandes ligas.

Entonces, casi concluye Amartya Sen: “El papel de las convenciones y reglas, incluido lo que Wittgenstein llegó a llamar 'juegos de lenguaje', y la relevancia de lo que se ha llamado 'manera antropológica'”, que Sraffa defendió ante Wittgenstein, todo ello figura en forma destacada en los Cuadernos de la cárcel: “Por la propia concepción del mundo se pertenece siempre a una agrupación particular, la de todos los elementos sociales que comparten la misma manera de pensar y de obrar. Se es conformista de algún conformismo, se es siempre hombre masa u hombre colectivo (Gramsci, 1975, 324)”.

Y entonces todo esto se revela de una riqueza sociopolítica inmensurable. En Colombia significa que regiones tan en la miseria como La Guajira se asoman al zoo político del mundo con sus propios modos, con los juegos del lenguaje que definen sus más íntimas micropolíticas del poder y de la percepción antropológica del conocimiento de la realidad.

El Ñeñe y el Ñoño serían sinónimos del Gordo García, o de, figúrense, los Aguilar, los Uribe, los Galán, cada uno rociado con mantas o ruanas de sus diferentes regiones.

Para finalizar la degustación de este tema cito largo a Sen. “Gramsci ilustró el papel de la convención lingüística con varios ejemplos. He aquí uno de ellos: También se debe recordar el ejemplo contenido en un librito de Bertrand Russell [Los problemas de la filosofía]. Russell dice poco más o menos: “Sin la existencia del hombre en la Tierra, no podemos pensar en la existencia de Londres o Edimburgo, pero podemos pensar en la existencia de dos puntos en el espacio, donde hoy están Londres y Edimburgo, uno al norte y uno al sur” [...]

“Este y oeste son construcciones arbitrarias y convencionales; es decir, históricas, porque fuera de la historia real cada punto de la Tierra es este y oeste al mismo tiempo. Esto se puede ver más claramente en el hecho de que estos términos han cristalizado no desde el punto de vista de un hombre melancólico hipotético en general, sino desde el punto de vista de las clases cultas europeas que, mediante su hegemonía mundial, los han hecho aceptar en todas partes. Japón es el lejano oriente no solo para el europeo; también para el estadounidense de California y aun para el mismo japonés, quien, por medio de la cultura política inglesa, puede llamar cercano oriente a Egipto (ibíd., 447)”.

¡Cuánta ciencia hay allí! ¡Sin duda alguna! ¡Ah, ñoñi!

Ñeñe y Ñoño no existían. Son estrictamente convencionales y de construcción histórica. Podrían haber estado formando parte de los juegos del lenguaje con otra connotación. Los ingleses no participaron de la gestión de la naturaleza de su contenido ni de la apropiación de sus (¿perversos?) sentidos. Son construcciones propias. ¡Uf!

Nota. Cuadernos de la cárcel es un texto escrito por Antonio Gramsci desde la cárcel, adonde fue sometido por el gobierno fascista de Benito Mussolini. Gramsci es uno de los más connotados pensadores marxistas. Su obra demuestra de qué talla fue. El texto de A. Sen citado se encuentra en Google. Es una fruición leerlo.

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