No todo ladrón es ratero

No todo ladrón es ratero

Un ratero es un tipo que roba un bolso; un ladrón puede ser un político que roba millones de pesos del erario. ¿Reciben el mismo peso de la ley y el mismo rechazo?

Por: Luis Miguel Ariza
agosto 24, 2021
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No todo ladrón es ratero

Casi a diario vemos en noticieros y videos particulares ataques violentos contra personas que han hurtado un bolso a un transeúnte, sea hombre o mujer; los que son descubiertos en un supermercado tomando un artículo o en un almacén una prenda de vestir. Los celulares son los más perseguidos en la actualidad. Autos y motos son los de mayor rango. Ha habido, incluso, linchamientos y, aunque soy poco dado a ver estos videos, es casi imposible obviarlos porque navegan por las redes como los virus en el aire.

Recientemente vi uno donde dos supuestos soldados activos son “compelidos” porque al parecer extorsionaban a un tendero. De estos casos en las redes hay muchos que implican, supuestamente, a miembros activos de la fuerza pública, sea de la policía o el ejército, aunque el grueso pertenece a la delincuencia común, como le llama la misma justicia a quienes se dedican a este oficio.

Obviamente, la reacción general es de rabia, odio, deseos de venganza, y la forma violenta como intenta la ciudadanía tomar justicia por sus medios tiene excusa psicológica y señalamiento de parte del Estado. Esto no es correcto, pero todos sabemos que no siempre lo correcto es aplicable. Tomar la justicia por sus manos es un riesgo tremendo, habida cuenta que han sucedido casos donde la víctima es inocente; por tanto, la justicia no aplica.

Siempre estará en el tintero en qué se diferencia un ratero de un ladrón. Si los términos son sinónimos para expresar un mismo acto reprochable. En qué se diferencia, por ejemplo, un tipo que roba un bolso o asalta un establecimiento de un político que se alza con millones de pesos del erario. ¿Es que las formas de robar tienen clasificación de estrato? En términos jurídicos se utiliza el término cohecho, concusión y/o prevaricato para designar el mismo acto que comete el ratero, con la diferencia que uno lo hace contra la ciudadanía y el otro contra el Estado. Esos elegantes términos dejan en el aire la sensación de impunidad, a diferencia del ratero, quien no podrá desprenderse del estigma con facilidad.

Lo curioso es que si un político deshonesto se alza con millones del erario, no hay reacción de rabia y deseos de linchamiento, solo tibios comentarios pidiendo justicia  y algunos dejándoselo a Dios. Los que verdaderamente se indignan contra estos los clasifican como enemigos de la paz, subversivos, generadores de violencia. Sin duda, el comportamiento tiene su explicación psicológica y hasta psiquiátrica. No indignarse por un robo mayor, pero responder con terrible odio por uno pequeño.

Sin embargo, en Colombia robar es casi una norma. No sabemos cómo será en otros países y si la vaina tiene que ver con el sistema político que denominan democracia. Aunque en términos idealistas, este comportamiento de democrático no tiene nada. Lo cierto es que todos los países que vivan el dilema colombiano deben ser iguales en su comportamiento de saqueo, robo, pretender quitar a los demás lo que no se tiene por medios tradicionales, trabajar es uno, aunque de una aparece la pregunta: ¿dónde?

El sistema económico colombiano es proteccionista, esto es, solo ciertos empresarios e industriales deben explotar las riquezas, a los demás se les pone talanqueras de cualquier tipo. Incluso, una muy efectiva y que por lo regular pasa desapercibida es el extorsionismo. En cuatro años he conocido de médicos, docentes, comerciantes minoritarios que han malvendido sus pertenencias y han salido corriendo del país porque quienes regentan la empresa extorsiva no tienen piedad, o poniendo un ejemplo muy común ahora, tienen la misma piedad de los talibanes si encuentran a una mujer con el rostro destapado y sola  en la calle. El extorsionismo es una manera de robo de grandes proporciones y tiene muchas raíces.

Imagino que  en todo el país sucede lo mismo: venta y exilio. Trabajar en un país que hace décadas dejó de producir, que después del TLC lo poco que quedó viene en picada porque sale más provechoso importar y redistribuir que generar empresa donde hace décadas dejó de hacerlo, es difícil. Al final, la culpa es de la vaca.

Acá ocurre un fenómeno de tinte humorístico. Quienes impulsan, estimulan y hasta predican de honestidad, rectitud, buenas maneras, respeto, derechos y otros epítetos son justamente quienes no aguantan una investigación, y la deshonestidad es su forma de vivir. Estos por lo regular son dignos empresarios e industriales trepados en ese mástil de lo absoluto porque de lo que se trata es de defender sus intereses, el resto no les incumbe.

Pero robar no solo es de rateros. Ojalá un solo lector alce el dedo y afirme que no se siente robado por los servicios que mensualmente debe cancelar: agua, luz, gas, telefonía e internet. Uno solo que no sienta que al hacer mercado llegue a casa con la sensación de que fue robado sin que lo asalten en la calle. Uno que al pagar impuestos no sienta frustración. Uno que sienta que es feliz cuando le cobran el 4 x 1.000 en los bancos y no sepa por qué ni para qué. Con uno solo me conformo para aceptar que estoy equivocado y que lo de ladrones y rateros solo es percepción de un tipo que a diario siente que lo asaltan.

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