El exalcalde de Bucaramanga cabalga como primero en las encuestas para la segunda vuelta con un discurso muy populista.
Hace unos días me dejé llevar del fenómeno “Rodolfo Hernández”, un repunte significativo de los seguidores del ingeniero que aspira a la presidencia. Su discurso sencillo, dicharachero y populista ha calado hondo en la población de diferentes regiones del país, pero al hilar fino, me comienza a desencantar su propuesta, más que todo, por la parte económica.
Es obvio que cualquier persona del común va a apoyar a un candidato que ataque de frente la corrupción, que disminuya sus prebendas y que se castiguen. Sin embargo, minimizar una campaña presidencial solo para atacar la corrupción es algo que genera incertidumbre porque ese es un problema nacional, pero deja de ser el único y el más importante.
De los problemas importantes que afronta el país, hay que hablar de aumento en las cifras de pobreza, de la gente que no tiene sus tres comidas diarias, de la inflación que disminuye el poder adquisitivo y de la falta de oportunidades laborales y académicas de los jóvenes y adultos jóvenes.
Al leer el programa de gobierno se evidencian varias propuestas para mermar estas problemáticas, por ejemplo, aumentar la cobertura educativa, volver el agro más sostenible, disminuir el IVA al 10 %, entre otras.
Sin embargo, no se muestra claramente la manera para recaudar el dinero necesario para llevar a cabo dichas propuestas, claro, quien sabe de economía, evidencia el problema que hay con la propuesta de disminución del IVA al 10 %, porque ahí están los recursos, pero aumentando los precios de la canasta familiar.
Cualquier persona que sabe de matemáticas puede decir que 19 es más que 10, pero en términos de IVA, y la manera como lo pinta el ingeniero, en este caso, 10 es más que 19. Si se gravan las ventas en un 10 % sin la posibilidad de descontarlas, las empresas tendrán costos de producción más caros, ya que no se pueden descontar el IVA en sus declaraciones de lo que compran para su producción.
Esto hace que los procesos productivos sean más costosos y que el producto final sea más caro. En últimas quien paga es el consumidor, es decir, nosotros. ¿Y cuánto más caro? Mucho más que el 19 % actual.
Adicional al aspecto económico, hay algo que está desvelando al empleado estatal, de carrera administrativa. Si se reduce el gasto de los servidores públicos, los incrementos salariales no serán altos, incluso pueden verse congelados mientras la inflación sube todos los meses. Esto implica que cada vez el costo de vida es más caro, productos y servicios suben de precio pero los salarios siguen igual. Ahora solo imagina qué pasa con el asalariado del mínimo, la situación es peor.
Por último, dejando de lado lo económico, el presidente debe poner a consideración del legislativo sus ideas para ponerlas a funcionar. Si el ingeniero no tiene participación en el congreso, ¿Quién le va a aprobar sus leyes?
¿Acaso el estado de conmoción que tanto promulga lo beneficia o perjudica frente a los congresistas? Al final deberá tener apoyo en el legislativo, con los partidos políticos que le secunden las ideas, pero que no lo harán gratis, deberá untar mermelada de alguna manera, porque de ir en contra de los honorables congresistas, el remedio puede ser peor que la enfermedad.
No, señor Hernández, el problema no es solo la corrupción, hay que estar preparado para dar batalla en muchos frentes, que de acuerdo a lo que usted menciona, parece no estar preparado para tal hazaña. Y ya sabemos lo que le sucede al país cuando alguien sin experiencia toma las riendas, ojalá eso termine el próximo 7 de agosto.