El esposo de Juliana Giraldo, Francisco Lagarraña, se había levantado en la mañana del jueves24 de septiembre para llevar a un amigo a la carretera de Miranda porque uno de sus amigos se había quedado sin batería en su camión. Iban a Corinto a comprar repuestos. Corinto queda a 10 minutos de Miranda. En el camino se encontró, a lo lejos, con uniformados armados. No habían conos ni alguna información que habría retén.
Juliana le preguntó a Francisco por los papeles del carro, el paró y se dio cuenta que no los tenía. Francisco dio el giro del carro para devolverse. Del monte salieron soldados y empezarona disparar. Cuando volteó a mirar se encontró con que a su esposa el ejército le había volado la cabeza de un disparo.
Francisco, en diálogo con Caracol Radio, confesó que no ha dormido nada, que a penas vio que su esposa estaba muerta salió del carro gritando, pidiendo ayuda. Los altos mandos que estbaan allí se disculparon, dieron la cara y reconocieron el error. El muchacho que operó el arma se lo llevaron inmediatamente porque el nunca lo vio. Lo quitaron de la escena del crímen.
Para Francisco y Juliana, a pesar del amor que se tenían, sufrieron los embates de la discriminación. La familia de Lagarraña la adoraba. Ahora Francisco no sabe cómo seguir adelante.