"No te metas en esa mondá". Macta llega: mucho más que una simple champeta

"No te metas en esa mondá". Macta llega: mucho más que una simple champeta

La canción es representante de la champeta, esa música contagiosa cuyo nombre refiere al cuchillo del vendedor de pescado en el cartagenero barrio de Bazurto

Por: Isaías José Molina Jácome
febrero 21, 2022
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Foto: Archivo

Extraño el carnaval, pero no soy el único; como yo hay millones de colombianos que viven en otros lugares del mundo que desean gozárselo de nuevo.

Desde que la pandemia global obligó a suspender las carnestolendas, un poco de mí se fue con esa maravillosa fiesta; me quedó nuestro inmenso y diverso repertorio musical, los recuerdos detenidos en el tiempo, los vientos alisios y el oleaje del mar Caribe, para aliviar la nostalgia.

Quiero que vuelvan las danzas, las comparsas, los disfraces y la canción, que se populariza cada año como un huracán tropical.

Así ocurre con la champeta Macta llega, que mezcla un sonido contagioso, con la vulgaridad, las riñas y el chisme de barrio. Su ritmo cadencioso y su letra soez han alcanzado un apogeo sorprendente, que ha penetrado en las casas, las oficinas, las tiendas, las canchas de fútbol, las guarniciones militares, los transportes públicos y, por supuesto, en las discotecas o estaderos, donde el pueblo distrae su oprobiosa realidad: un 68.3 % de los cartageneros come solo dos comidas al día, según reveló en 2021, el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE.

En la actualidad, las redes como Facebook, YouTube, lnstagram o Tik Tok han descentralizado el poder mediático y ahora son ellas las que difunden los productos y construyen la fama de las celebridades del mundo artístico.

La dictadura de las emisoras de radio análogas o los picós, esas ensordecedoras máquinas de reproducción musical, viene en un afortunado y agradable declive.

Por eso no enciendo la radio, sino que acudo a esas instituciones digitales, integradas en mi teléfono celular, para pescar en su interfaz los videos breves de aquella champeta refrescante, a pesar de su lenguaje inapropiado.

¿Acaso la indecencia es incompatible con el gusto musical de las grandes mayorías?, al aguzar el oído descubro la voz de una sabanera, la hermosa intérprete de la champeta Macta llega, llamada Cindy Ávila o como ella misma se bautizó "La toxicosteña", cuya tesitura incomoda a unos y les alegra el alma a otros. Pero ¿es posible reflexionar sobre la canción más allá de lo que sugiere su historia?

Champeta para pensar lo popular

Hay que decir que el nombre de este género musical proviene del cuchillo usado por los vendedores de pescado, que se ganan la vida en el apestoso mercado de Bazurto, donde los cartageneros tratan de comprar los víveres más baratos, para enfrentar la creciente inflación que, según el DANE, en Colombia alcanza el 17,23%.

En ese ambiente oloroso a condimentos, a frituras y a la putrefacción de las aguas estancadas, nacieron los talentos populares, que no solo crearon la champeta, sino que la llevaron de la marginalidad a la cumbre del éxito.

Sin embargo, aunque no hay duda de que la historia champetera merece ser escrita, para que perdure más allá de la memoria oral, ese privilegio se lo dejaré a otros.

Por ahora basta decir, que al escuchar la exitosa melodía de Macta llega, comprendo que tal vez el destino de la música popular no es la racionalidad, sino la emoción y el goce del cuerpo, que a veces no interesan las letras pensadas o poéticas, sino las simples o ramplonas, pero ese hecho no implica la ausencia de reflexión sobre ella, pues en esa pieza musical se observa la resistencia del mundo popular, confinada en los barrios pobres y la realidad, de quienes le apuestan al arte, para ganar dinero y ser incluidos en el sistema.

…De esos otros que no tienen vacaciones pagadas, ni cesantías ni primas, porque no han podido acceder a un trabajo formal. Así que lo suyo es el rebusque o la informalidad. Esos que no viajan a otros países ni ahorran y que se conforman con la distracción que les proporciona el chisme, que para ellos es más interesante, que cualquier drama televisivo.

Entonces, dentro de ese contexto particular la champeta adquiere una dimensión más profunda, que la lírica irreverente y grosera de "Macta llega, Macta llega, aquí está el tuyo con una loba...", una cuyo ingenio pretende no solo contar lo popular, sino construir la escalera del ascenso social, a la que pretende subirse, cuanto antes, su cantante, improvisada, pero empoderada, para disfrutar de los fuegos artificiales del estrellato efímero, que estallan y se desvanecen, al igual que los millones de likes, en las redes sociales. Sin embargo, eso no parece entenderlo el taxista que me transporta hasta mi casa.

“Qué porquería de canción ¿no?”, me dice con un acento foráneo. Yo guardo silencio, porque el aire acondicionado del vehículo no enfría y su comentario me parece impertinente, en medio del fogaje caluroso de siempre, mientras escucho, por enésima vez, la historia de Macta, que aparece en la escena, bien socromática a defender su honra, tirando piedra y puño, alentada por quien le avisó de la infidelidad de su pareja, pero que desaparece dejando atrás el problema que provocó, como un caimán que se escabulle en medio de las aguas del río Magdalena y que desemboca en Barranquilla para adquirir forma humana, para gozar y bailar, en su eterno y colorido carnaval.

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