Superhéroes en el mundo hay muchos, pero la gran mayoría aparecen en los Estados Unidos. De hecho, suele decirse, que las dos formas de arte totalmente originarias del país del norte son el jazz y los cómics. A estos últimos, la irrupción de los superhéroes en la década del treinta les dio el empujón que necesitaban para consolidarse a plenitud, tanto desde el punto de vista industrial como desde el punto de vista artístico. Pues bien, decíamos que en Estados Unidos prácticamente hay superhéroes debajo de cada piedra que se levante en cualquier rincón de ese país, pero ¿por qué en una nación como Colombia no tenemos superhéroes? Aventuremos algunas hipótesis.
Lo primero, y que salta a la vista, es que Estados Unidos es un país con una vigorosa industria cultural y por ello con un vigoroso arte de masas. Ya desde principios del siglo XX los norteamericanos habían desarrollado una fuerte industria alrededor de las revistas pulp, los periódicos y los cómics, y asimismo habían afianzado un mercado y una gran masa de lectores. En contraste, en su historia Colombia siempre ha tenido una escasa cantidad de lectores y por ende un mercado editorial diminuto. En esas condiciones era imposible sostener una industria de cómics y, por supuesto, menos probable que aparecieran superhéroes.
En segundo lugar, hay que recordar que los superhéroes norteamericanos irrumpen en la década del treinta ligados a la literatura de ciencia ficción y fantasía, casi que como uno de los subproductos de estos géneros que en ese momento se encontraban en plena expansión. En cambio, aquí en Colombia los que escriben o dibujan ciencia ficción y fantasía son una minoría que en general trabaja en el anonimato y desconocidos por el gran público, esa matriz indispensable para el caso estadounidense, en el caso colombiano es inexistente, o si existe, es despreciada.
En tercer lugar hay otro factor que tiene que ver más con el imaginario de estadounidenses y colombianos. Una de las grandes diferencias entre los países desarrollados y los subdesarrollados es que en los primeros se respira mayor confianza, su mayor grado de avance científico-técnico y económico les permite contemplar el futuro de un modo distinto a como lo hace el habitante de un país subdesarrollado, hay más certidumbre en que las instituciones harán correctamente su labor y más certidumbre en que las personas de la comunidad obrarán de modo correcto. Si se confía más en el prójimo y en las instituciones que rigen a la sociedad, mucho más en la verdad y la justicia, es más fácil imaginar una figura como el superhéroe que defenderá tales valores o que, cuando ellos sean amenazados, luchará por restaurarlos. En contraste, en Colombia reina la desconfianza hacia las instituciones y hacia el prójimo, y nadie cree que reinen la verdad o la justicia ¿Así como podría surgir un personaje tipo Superman cuyo uno de sus lemas era el clásico “A luchar por la justicia”? Si alguna vez apareciera un superhéroe por estos lares encontraría que no hay nada para defender, ni verdad, ni justicia, ni nada ¿Qué defendería? ¿El sistema plutocrático colombiano que expolia a la gran mayoría para que unos pocos cada año mejoren sus cuentas bancarias? En Estados Unidos un superhéroe tiene algo que defender, en Colombia, nada o casi nada.
En cuarto lugar, hay otro factor sociocultural. En Estados Unidos un superhéroe suele actuar en coincidencia con la ley, a veces sujetos como Batman o Spiderman se saltan algunas reglas policiales, pero en general las historias de cómic finalizan cuando se entrega al villano en manos del aparato judicial de aquel país. Pero ¿qué podría hacer un hipotético superhéroe colombiano si atrapa al villano? ¿De verdad este paladín confiaría en un aparato jurídico que falla tanto como el nuestro y que en general genera desconfianza hacia los fallos de los jueces y hacia los jueces mismos? Un colombiano del común le diría a ese héroe que no sea tan ingenuo de creerle a nuestro desprestigiado y precario sistema judicial. Otros le preguntarían que cuál ley pretende defender, si aquí la única norma que impera es la ley de la selva.
En quinto lugar, hay que apuntar que en Estados Unidos abundan los superhéroes porque, con todo y sus defectos, en esa sociedad hay conciencia de que sólo la solidaridad y la ayuda mutua permiten la tranquilidad general. En cambio, los colombianos no creemos en ninguna solidaridad, aquí reina el mandato del “sálvese quien pueda”, los colombianos tendemos sólo a intentar salvarnos a nosotros mismos y a nuestros familiares, y más allá de eso, puede irse todo el mundo al demonio, somos una nación insolidaria. Los superhéroes proliferan en sociedades donde se ha entendido que la consigna individualista del “sálvese quien pueda” no permite configurar un tejido social y que es una necesidad el auxiliarnos unos a otros, es decir, aparecerán en Estados Unidos con todo y sus taras, y no en este país del Sagrado Corazón. Digámoslo de otro modo. Los superhéroes se multiplican en países con conciencia cívica, países que tienen claro que una sociedad sólo es viable sobre la base de la convivencia, el respeto, la solidaridad y la cooperación entre sus miembros, y ¿cuál es la conciencia cívica de los colombianos?
Como se advertirá, el superhéroe norteamericano germina en medio de una cultura con unas condiciones económicas, sociales, culturales, filosóficas, éticas y axiológicas que muy poco o nada se ven en Colombia. Para que algún día podamos tener unos superhéroes de mostrar, primero deberíamos cambiar todos esos puntos a los que me he referido. Alguna vez, hablando de la selección colombiana de fútbol, el técnico Francisco Maturana decía que su juego era el reflejo del modo en que vivían los colombianos; pues bien, lo mismo ocurre con los superhéroes, su ausencia en nuestro medio es el reflejo de ese modo en que vivimos.