Indigna profundamente ver la irresponsabilidad que ha tenido el Estado con las regiones. ¿Será que somos un territorio de enclaves? La diversidad cultural, esa Colombia que promueve la marca país, la Colombia anfibia de la que habla Carlos vives, hoy nos pesa. Las instituciones de nuestro país pareciera que no han salido del siglo XIX, en el que la expresión déspota de provincias era la referencia política hacia las regiones apartadas de la centralidad de Bogotá.
Más de dos siglos después, ¿será que aún no hemos entendido eso, que tan bonito suena en la constitución, que llamaríamos soberanía? Cuántos colombianos más se sentirán identificados con el mensaje de un representante del gremio turístico del Amazonas, incluso creería que más de la mitad de los departamentos del país tienen ese sentimiento. Eso sin contar regiones como el Magdalena Medio, con altos índices de abandono institucional y poca retribución.
Lo que sucede en el Amazonas no debería de ser nuevo para nosotros, en siglos pasados otras regiones han querido dejar territorio colombiano. No en vano, en 1903 perdimos la joya de la corona, Panamá; hace pocos años perdimos más de 70.000 km² de océano Atlántico con Nicaragua; y por poco hemos podido perder el Archipiélago de San Andrés y Providencia. El sentimiento ha estado vivo en departamentos como Nariño, Cauca, Putumayo y Chocó.
No son las ciudades ni las regiones, es el Estado moderno republicano que aún no se expande. Incluso aun cuando vivimos un posacuerdo de paz, no entendemos que la raíz del conflicto fue y es el abandono del Estado colombiano en las regiones donde la guerra fue y ha estado latente.