Por creencias religiosas, leyes y modos de vida, las mujeres eran las que cuidaban de la casa, los hijos y los maridos. Ninguna de ellas tenía acceso a un ascenso en su vida personal ni mucho menos en la profesional, y no representaban el poder que ahora tienen en la sociedad.
En la actualidad, la situación de la mujer afortunadamente ha cambiado, aunque no en todos los aspectos ni en todos los países. Varias luchas y protestas han permitido que las mujeres obtengan el derecho al voto, a la educación, la planificación familiar y, aunque parezca increíble, a la libertad abiertamente de sexo sin ser burlada o discriminada.
Pero todo esto gracias a la lucha de muchas mujeres. Ya, se ha venido logrando progresivamente que se reconozca su igualdad ante los millones de hombres que nos rodean, esto no ocurría en los años 50 ya que la mujer debía cumplir un rol impuesto por la sociedad, cumplir con los labores del hogar mientras su marido traía el dinero a la casa, la esposa ideal, y sobre todo de dedicarse cien por ciento a sus hijos.
La discriminación a las mujeres por el solo hecho de serlo, es aberrante. Si bien ha aumentado y mejorado el papel de la mujer en las actividades políticas y productivas en los últimos años, todavía se les discrimina por ser consideradas el sexo débil.
Hoy los motivos son los más diversos y en pleno siglo XXI, cuando se proclama en los países el respeto al derecho y a la libertad, y cuando la mujer ha logrado reivindicaciones políticas y laborales, sigue siendo víctima en muchas formas: acoso y violencia sexual, maltrato físico y moral, discriminación, ataques con ácido, mutilaciones, desfiguraciones, golpes y desafortunadamente la muerte. Solo que ahora, los crímenes no provienen de decisiones políticas sino de la brutalidad, el machismo y los instintos bestiales de sus parejas; sus novios, sus esposos, sus compañeros permanentes, y hasta sus pretendientes.
Y, como a todos nos consta, prácticamente no pasa un día sin que noticieros, periódicos y redes registren al menos un caso de feminicidio, maltrato o violación. La situación es alarmante.
Para finalizar, hay quienes aún piensan que golpear a las mujeres es un asunto privado y no debe de incluirse a nadie más, y la realidad para muchos aún no vista, es que este es un flagelo intolerable para la sociedad y para el Estado. Maltratar a una mujer es una cuestión de orden público, así se realice en la intimidad del hogar, es algo que en el siglo en que estamos afecta a toda una sociedad, desde los más chicos a grandes, recorriendo cada rincón del país y el mundo entero, regando el voz a voz de cada feminicidio que ocurre, buscando las soluciones más adecuadas para acabar con este problema que nos acecha día a día como una sociedad invivible.
Lo cierto si es que la igualdad entre hombres y mujeres no es un espejismo constitucional, ni está sujeto a decisiones emanadas de la voluntad de las personas. Golpear a una mujer es una agresión que ofende a todas las mujeres, reconociendo moralmente el desprestigio a los hombres como seres aptos para vivir en sociedades fundadas en el respeto, a los derechos de todas las personas y hace imposible el funcionamiento de la democracia.
Por ello, la lucha contra el maltrato tanto físico como verbal, el feminicidio y la violencia sexual, entre otros, hacia la mujer ha sido imparable en todo el mundo, moviendo masas para que todos los casos que día a día acongojan a la mayoría de mujeres que han sido víctimas no queden impunes, pues no solo es el dolor de la victimaria sino de toda la sociedad.
En el primer semestre de 2018 se presentaron 17.715 casos de violencia de pareja y 480 feminicidios.