Hay fotografías que sirven independientemente de la persona fotografiada, que en el caso de hoy es Marilyn Monroe, actriz de cine estadounidense y una de las más populares del siglo XX, considerada como un icono pop y un símbolo sexual. Protagonista de Gentlemen Prefer Blondes, además de esposa circunstancial de Arthur Miller, dramaturgo y guionista estadounidense autor de Death of a Salesman y All My Sons. Pero funcionaría igual si se tratara de un mujer cualquiera. Usted abre una revista, tropieza con esta imagen y se detiene unos segundos. Quizá, después de pasar la página, vuelva sobre sus pasos para leer el pie de foto, que podría decir algo así: “Un pareja de esposos cualquiera, en un carro cualquiera, sintiendo un amor cualquiera (quizá él sintiendo más que ella) saliendo de un sitio cualquiera”. En las revistas y en los periódicos hay una ausencia escandalosa de cualquieras, por eso se agradece cuando sacan a uno.
Arthur Miller, aquí, es cualquiera porque su blazer es el de cualquiera, su camisa, gafas y actitud, igual. Incluso, su esposa podría ser la de cualquiera. El talento del fotógrafo no ha sido sacar a la pareja, sino al cualquiera que llevaban dentro. Significa que el escritor y la actriz atravesaban por momentos en los que no eran nadie, que es lo normal, no ser nadie. No somos nadie, nada, pero pocas veces lo vemos reflejado con la calidad que se aprecia en esta imagen. Como ven, hoy no se ha bañado, quizá ayer tampoco, el pelo de la cabeza comienza a ralear, a dispersarse. Pierde brillo. De no saber que la mujer de la imagen es su esposa, la habríamos tomado por su hermana menor.
Lo maravilloso de las fotografías inteligentes es que fingiendo mostrarnos una cosa nos muestran otra. Este Arthur Miller podríamos ser usted o yo. Incluso podríamos ser su hermana menor. O sea, nadie, nada…
