Que no sea solo Micolta, que se acabe Sábados Felices

Que no sea solo Micolta, que se acabe Sábados Felices

Chao Racismo debe seguir tan preclara labor de eliminar las prácticas excluyentes de las élites de este país

Por: Víctor Alfonso Moreno Pineda
noviembre 03, 2015
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Que no sea solo Micolta, que se acabe Sábados Felices
Fotos: tomadas de internet

Chao Racismo sentó su voz de protesta y el Canal Caracol ha decidido: el soldado Micolta no va más en el espacio de Sábados Felices. Se logra así una victoria en esta magnánima lucha que busca hacer de Colombia un país más justo y más respetuoso con las comunidades afrodescendientes, marginadas históricamente de los principales espacios de poder.

Sin embargo, solo se ha ganado una batalla, señores. La guerra debe continuar. Chao Racismo debe seguir tan preclara labor de eliminar las prácticas excluyentes de las élites de este país y pedir que saquen también de Sábados Felices a Heidi Corpus porque, con su figura voluptuosa, se promueve la imagen estereotipada de mujer fatal que desde la Colonia se les ha dado a las mujeres afro. Sí, señor, sáquenla, porque su papel en el programa atenta contra la dignidad de nuestras mujeres del Pacífico.

Saquen también del programa a Piroberta y Triky Traque ¡Háganme el favor! Estos dos tipos se enriquecen a costa de la dignísima comunidad LGBTI de Colombia. Échenlos del programa porque ridiculizan a los gays y promueven sin ninguna consideración ética la imagen estereotipada de loca que se promueve en nuestros medios de comunicación; desconociendo con ello que esta comunidad cada vez logra más espacios de dignidad en la sociedad civil (como si ser peluquero fuera indigno).

Despidan de inmediato a César Corredor y a Alerta porque con sus personajes de Juancho y Jincho —palabra que no utilizan las gentes del Caribe lo que demuestra un claro centralismo presente en Colombia desde la Guerra de los Mil Días— reproducen la representación socialmente aceptada del hombre Caribe como sujeto indisciplinado y bebedor, parrandero y atravesado.

Lléveselos de una vez

Y no tengas sentimientos.

¡Ay, échenlos a la calle

con todos sus instrumentos!

Y de paso llévense al Hombre Caimán que lleva más de 20 años con tu tonadilla diatónica del chacaracachá, chacaracachá.

Saquen a Boyacomán, a Don Jediondo y a Junífero, ¡por el amor de Dios, su persona!, porque sus personajes profundizan en el estereotipo del habitante del Altiplano Cundiboyacense y lo muestran como chabacán, inculto y montaraz. Y con ello reproducen, de manera consciente o inconsciente, la imagen jeroz del campesinado boyacense.

Echen a patadas a Hassam, no solo por su excesivo blanqueamiento dental, sino porque su personaje, Rogelio Pataquiva, humilla y vitupera al habitante de Ciudad Bolívar y de Soacha. En tan patético espectáculo, Hassam atenta contra todos aquellos ciudadanos de niveles uno, dos y tres del Sisbén que, luchadores y berracos, bajan de la montaña, como en la canción de Alí Primera, a rebuscarse en las calles de una Bogotá segregada.

Y ni qué hablar de su otro personaje, Próculo Rico, que vilipendia a los cantantes de música popular, quienes, a pesar de no tener acceso a los principales medios radiales de este país, han logrado hacerse a un público que los sigue y aprecia. Próculo Rico con sus fachas promueve el imaginario social que asocia a estos artistas con la cultura traqueta y prepaguera de Colombia.

Echen a Carroloco, porque reproduce el estereotipo del montañero antioqueño. Despidan a Polilla y a la Gorda Fabiola, porque se burlan de las siempre nobles gorditas. Boten al Mono Sánchez y —otra vez— a Junífero, porque ridiculizan a la tercera edad de nuestro país. Sí, señor. Sáquenlos a todos y acaben de una vez y para siempre con los 43 años que tiene al aire Sábados Felices.

Hagan todo eso. Conviértannos en un país donde, aún más, sea imposible la burla, el humor y la sátira. En un país donde andemos por allí con rostro papal tomándonos todo en serio, respetándonos porque somos iguales ante ley, pero distintos entre sí.

Sigan trabajando para que cada vez más sea un delito burlarnos de nosotros mismos, del país que somos. Hagan eso o, por el contrario, acepten, con Umberto Eco, que el humor y la sátira son la única forma en que el hombre acepta la idea insoportable de la muerte (y la vida, cuando es peor que la muerte).

De un tiempo acá, la sociedad occidental ha emprendido la lucha por la defensa de los derechos de las minorías étnicas, religiosas y sexuales. Y Colombia no ha sido la excepción. Los mariguaneros luchan para que se legalice —todavía más— la yerba. Los homosexuales, para que puedan casarse y adoptar. Los protestantes, para que puedan darle la plata al pastor sin ningún pero.

Y todos ellos, como Humanos que son, no luchan por un sistema de salud eficiente porque eso es problema de los médicos. No luchan por un sistema de educación de calidad porque eso es problema de los profesores que ganan mucho y no hacen nada. En Colombia cabe muy bien el refrán que reza que la mejor pelea es la que no se hace.

Si de algo es responsable Sábados Felices es de no entender que los colombianos ya no nos reímos de sus cada vez más patéticos chistes actuados. El resto queda en el plano del humor y la sátira, donde es muy difícil establecer límites.

@victorabaeterno

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