Sin duda, la situación de Venezuela es triste, conmovedora y vergonzosa. Un país que otrora recibía a muchas personas, entre ellos a miles de colombianos, ahora se encuentra sumido en el caos y la desesperación, lo que obliga a muchos de sus ciudadanos a emigrar. Sin embargo, no se sabe si es el sentido improvisador del latinoamericano, o su falta de racionalidad, o su repentismo, o su falta de conocimiento de las circunstancias de los otros países, pero no se entiende cómo a diario llegan muchos vecinos a dizque buscar fortuna en países casi tan emproblemados como el de ellos, en los que un importante porcentaje de sus nacionales (en Colombia, en este momento, hay más de 13 millones de pobres) no tienen empleo ni oportunidades, y mueren de hambre, violencia, necesidad y falta de atención en salud.
Nadie entiende cómo grandes cantidades de chicos guapos, bien vestidos casi todos, con tatuajes, piercings, peinados vistosos, supuestos padres prematuros, se suben a diario al transporte público con el discurso de que vinieron a buscar oportunidades para salir adelante a costa de pedir limosna. No se entiende cómo un señor mayor, de buen aspecto, decide dizque venirse a dormir debajo de un puente de una ciudad fría e inhóspita porque decidió venir a buscar mejor fortuna. Así mismo, no se entiende cómo, si la situación de Venezuela no es nueva, miles de mujeres jóvenes llegan embarazadas y con varios niños pequeños. No se sabe si estas personas tienen vivienda, un techo “donde meter la cabeza” como decimos aquí, pero es increíble que crean de verdad que repartiendo dulces a cambio de una moneda van a salir ellos mismos adelante y, más aún, sacar a sus familias de la miseria. La situación es tan dramática que hasta nuestros propios mendigos e indigentes han sido desplazados de casi todos los escenarios.
Con la arremetida de Trump a los migrantes y el ascenso de la extrema derecha en muchos países de Europa, sin duda las poblaciones vulnerables, desplazadas por la guerra o con ganas de obtener mayores beneficios económicos tendrán que cambiar el chip y pensar en qué hacer en sus países para generar oportunidades, cómo lograr que sus naciones se conviertan en sociedades de bienestar para sus ciudadanos, porque eso de ir por el mundo mendigando asilo, comida y monedas se está volviendo inviable y peligroso, ya que genera mafias de traficantes de personas, promueve la explotación sexual y laboral, lanza a los jóvenes al delito y la descomposición social, conduce a la indigencia y el crimen a personas que podrían contribuir al desarrollo de sus países de origen.
Los muros, las alambradas y la actitud hostil de los nativos de los países desarrollados son solo para los ciudadanos necesitados de otras latitudes, porque para los ricos las fronteras siempre están abiertas, sean estos de Camerún, Pakistán o Venezuela. Así que los desamparados tienen que trazarse otra estrategia, exigir sus derechos en sus países, organizarse como sociedad, ser recursivos, buscar apoyos para establecerse con proyectos productivos en sus países y no llegar a costa de lo que sea a países que los rechazan, para dizque intentar “salir adelante” a punta de limosnas.