La realidad objetiva de Colombia, es fácil observarla en los estragos económicos, políticos, sociales consecuencia del despotismo perverso de la gobernanza vigente, la misma desde cuando nacimos como república en 1819, o mejor al inició del proceso de formación como Estado entre 1810 a 1815, con la Patria Boba, así la llamó Antonio Nariño, luego del grito independentista con ecos de barbarie española -invasión sanguinaria contra los incuestionables dueños de estas tierras, asalto violento a la cultura y sus creencias milenarias- hasta generarse la pugna entre federalista y centralistas.
Es decir, venimos de guerra en guerra, caos cuyo origen tiene la ambición de poder, por cuanto este significa en réditos económicos y estatus político. O sea, solo cambia el estilo de ejercer egos de odio, tortura, humillación, soberbia contra una población desdichada, menesterosa, trabajadora. Inhumana “democracia”.
En nuestro país impera la compra de votos por parte de la clase política tradicional, urgida de perpetuarse en el poder. Hablar de democracia a través de esta abominable conducta es inadmisible, es no comprender el objetivo genuino de la soberanía del pueblo, la transcendencia de vivir en una nación administrada por líderes resueltos a no dejarse atrapar por la codicia ni actitudes mezquinas, listos a dar lo mejor de sí mismos a partir de su comprensión respecto a la democracia efectiva, desde la puesta en práctica de la ciencia política inspiradora del bienestar de los gobernados.
El sufragio como consecuencia de una transacción deshonesta menoscaba la democracia, genera aberraciones políticas, económicas y sociales, la libertad no tiene cabida en un gobierno elegido de esta manera.
Por ende, dicha “democracia” despedaza el ideal de crear nación, arroja al garete al país. Colombia es un triste ejemplo, anda sin rumbo, quedó en manos de tenebrosas bandas criminales, el gobierno se alió con el paramilitarismo y grupos de narcotraficantes, por esto se le señala en el mundo entero como un narcoestado.
Inhumana “democracia” vive Colombia porque desde hace más de dos siglos es un campo de batalla, de sangre, de rencores, de crímenes indiscriminados, de ninguneo, de explotación por parte del Gobierno y los poderosos hacia la clase trabajadora, el estudiantado, la gente humilde. Autoritarismo disfrazado de democracia.
No se puede hablar de democracia cuando el capital invertido en una campaña tiene como único fin multiplicarse con lucros monumentales, derivados de contratos espurios o a través del asalto directo al tesoro público, caso reciente el del escándalo MinTic por 70 mil millones de pesos, o de pronto con artificios todavía sin identificar, de esta manera el robo al fisco es de 60 billones de pesos al año.
Inhumana “democracia” cuando el dueño de la casa política coloca en la palestra a su candidato, este de inmediato acciona su verborrea, su picardía, trama cómo conquistar el voto con propinas exiguas, compra conciencias, responsabilidad penal casi siempre archivada, de tal manera cada votante, sumiso e irresponsable, elige nuestros esclavistas, sin analizar posibles tesis idóneas en el momento de enfrentar el capitalismo salvaje, los índices causantes de la miseria en esta patria, cansada de las barbaries ejecutadas por el dirigente de turno.
Inhumana “democracia” porque el deplorable manejo de los recursos públicos en Colombia se convirtió en bomba de tiempo, debido a la hambruna pronta a ser declarada por la oficina de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO), también por “El programa Mundial de Alimentos (PMA) en el territorio colombiano”.
Estas entidades “identificaron una situación de inseguridad alimentaria aguda que se agravará de febrero a mayo de 2022 en tres países de América Latina y el caribe: Colombia, Honduras y Haití”.
Absurda y trágica “democracia” al no existir el “sistema político defensor de la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”.
Inconcebible hablar de democracia en un terruño donde habitan 8 millones de seres humanos en la pobreza extrema, 25 millones de personas con ínfimos recursos, otra cantidad alarmante de compatriotas en busca de la subsistencia, sin esperanza alguna de lograr un futuro digno, un mejor mañana.
Debido a la condición paupérrima e incierta del 85% de los colombianos, urge desmantelar la “democracia” vigente, hedionda por su naturaleza corrupta, con la cual nos domina la clase elitista, porque la supuesta doctrina de la soberanía popular es una historia de ficción barata, donde se lee un mundo caótico de nombre Colombia, donde se agita la bandera sucia de la libertad, donde se devela la noticia de ser nuestra comarca el mejor vividero del planeta tierra como noticia fake news.
Donde impera el hambre, la desigualdad social, la falta de hospitales, la deficiencia en la salud, la educación mediocre, los asesinatos constantes de líderes sociales, la desaparición forzada de quienes protestan con justa causa, el desplazamiento de campesinos, le emigración por falta de oportunidades de trabajo, donde la cultura no posee valor alguno, donde el político es equivalente a corrupción, donde se ningunean medios de comunicación alternativos y se señala a quien piense diferente, sindicándolo de terrorista o miembros de la guerrilla, donde la falta de empleo y muchas otras circunstancias escabrosas suceden de forma natural, la democracia termina siendo una expresión vacía, cínica e hipócrita.
Ante esta “democracia” urge difundir una crítica a ultranza generadora de pedagogía humanista. Por estas y diversas condiciones fragosas cierta “democracia” colombiana urge de una democracia blindada de pillajes y alimañas politiqueras.