No se deje meter los dedos a la boca con las teorías de complot

No se deje meter los dedos a la boca con las teorías de complot

Que el hombre no fue a la Luna, que asesinaron a Lady Di, que el covid es un invento. Estas y otras teorías de complot en las que no bebe creer

Por: Édgar Giraldo Alzate
febrero 14, 2022
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No se deje meter los dedos a la boca con las teorías de complot
Foto: Piqsels

Para empezar, hablemos de lo que se conoce como “la teoría de complot” o “ciberpopulismo” con una definición y un ejemplo.

La teoría de complot es una narrativa inventada para neutralizar la versión oficial, con el fin de obtener beneficios económicos, religiosos, políticos, electorales o simplemente publicitarios.

Ejemplo: cuando los primeros norteamericanos llegaron a la Luna, el hecho fue filmado y transmitido en vivo; sin embargo, los rusos echaron a rodar la historia de que eso había sido una filmación hecha en Hollywood. De hecho, hoy en día casi nadie duda de esta proeza. No obstante, todavía existen ingenuos que le siguen creyendo a los rusos.

El mundo actual está lleno de teorías de complot que provienen de ambos extremos del espectro político y desde los mas lejanos países...

Veamos las más comunes:

Algunas iglesias fanáticas han difundido la idea de que el covid-19 es una invención de los dueños del mundo para reducir la población mundial en un 20 %. Lo único cierto es que ellos son quienes también manejan los medios de producción; por lo tanto, no tiene ningún sentido reducir la población de sus propios clientes consumidores, quienes compran las mercancías.

Una mayoría de republicanos en Estados Unidos cree firmemente que Trump ganó las lecciones pasadas y que Obama nació en Kenia y fue presidente ilegalmente. Al otro extremo del Atlántico circula la versión de que la princesa Diana fue asesinada para evitar que su compañero sentimental Dodi Al-Fayed pudiera casarse y manchara con su sangre árabe la pureza genómica de la realeza británica.

El brexit, el movimiento que deseaba la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, no era más que un gran embuste muy bien promocionado. Al final, tanto la G. B. como la U. E. resultaron perdiendo mercados y consumidores. ¿Y los votantes qué? ¡Decepcionados de Boris Johnson y de sus fiestas privadas!

En Chile, uno de los países latinoamericanos con mejores índices económicos, la oposición hábilmente vendió el mensaje de que “absolutamente nada servía”.

¿Por qué la gente prefiere una teoría de complot a la verdad oficial?

Existe en pedagogía y neurociencia un principio muy simple: el cerebro humano procesa mejor una historia simple que una alambicada y difícil de entender. Por tal razón, la verdad sucumbe con docilidad frente a un titular viral en Twitter, Facebook o a cualquier red social.

¿A quién le sirven estas invenciones? Sus mayores consumidores son los movimientos de las extremas derecha e izquierda, a falta de una narrativa coherente.

Las historias de complot tienen el encanto de lo simple y emocional, son un arma letal y nuestra actual campaña presidencial está llena de ellas. En las redes circulan versiones sobre el paramilitarismo sanguinario de un expresidente apodado Matarife; y paralelamente se mueven en la oscuridad de las redes las supuestas actividades en el pasado de un candidato travesti llamado Rosita.

Colombia tiene su propio inventor de teorías de complot en un profesor de derecho en Medellín, cuyas ideas básicas alimentan las banderas de los tres candidatos antisistema: Gustavo Petro (“el país esta diseñado para ser  robado”, “el Sistema de Salud Colombiano esta colapsado”, “Colombia ha sido gobernada por la misma oligarquía desde la Colonia”); Rodolfo Hernández (“La Justicia Colombiana da risa”); Íngrid Betancourt (“Colombia es un narcoestado”)

Lo cierto del caso es que Colombia tiene instituciones fuertes y con defectos, como cualquier democracia, y es así como las cárceles están llenas de funcionarios corruptos, abogados, excongresistas y jueces. Por el contrario, en nuestros cementerios descansan los cuerpos de ministros, abogados y jueces que fueron sacrificados, porque nunca se arrodillaron frente al dinero de las mafias.

Veamos qué asidero tienen estas fake news colombianas: en el actual escenario electoral ningún candidato actual pertenece a esa supuesta oligarquía tricentenaria.

Por otro lado, si bien es cierto que durante cierta presidencia Colombia fue un narcoestado, considero que ahora ya no lo es.

También es verdad que ningún abogado colombiano respetable aceptaría que la justicia colombiano es un chiste. Asimismo, no se puede afirmar que un sistema de salud que atiende millones de venezolanos gratis, que está superado una pandemia, y que pasó de 5000 a 10.000 ucis en solo seis meses haya fracasado.

La situación mundial del chisme político es tan preocupante que el gobierno sueco está tratando de crear una agencia de defensa psicológica con el fin de detectar y prevenir campañas nocivas para el ciudadanía.

¿No sería hora de que Colombia empezara una campaña de prevención de las fake news de la misma manera que existe una agencia de protección al consumidor? Esta sería una cruzada para vacunarnos contra todas las cepas del virus del Ciberpopulismo 22.

¿Quién ganó con esto?

¡Nadie!

Porque se asesina a la verdad; y, por lo tanto, pierde el país, pierde la democracia y pierde el periodismo.

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