Para descreídos, ateos y amantes de las ciencias exactas y aplicadas, los que solo pueden creer en lo que ven, lo que se puede demostrar, comprobar y tocar, ese cuentico de la resurrección no deja de ser una tradición de mamás y abuelas rezanderas y obcecadas con una fe que heredan de generación en generación, que inculcan a sus descendencias sin derecho a chistar, y en las que el simbolismo de la Resurrección del Señor tiene gran poder y mucho valor en su fe católica. “Es Jesús quién resucita en nuestras vidas, renace en nuestros corazones con fe, amor y devoción, hay que aceptarlo como el dogma, porque nuestro Dios, el mismo de nuestros mayores así lo manda”, argumentan defensores a ultranza.
Reivindicados y contentos deben sentirse por estos días la sarta de hombres y mujeres de poca fe, con el boom que ha despertado la nueva novela El Resucitado de Gustavo Álvarez Gardeazábal, que seguramente a su mejor estilo pueblerino, con cohetones y papayera, vendrá anunciando en varios escenarios, en un festivo y colorido carnaval de celebraciones, como en otras ocasiones ya ha ocurrido, en el lanzamiento de sus éxitos literarios.
Graciosamente y de manera alucinante, muy bien documentado, el escritor tulueño establece un paralelo haciendo coincidir dos historias muy diferentes con un elemento en común, la mandrágora: planta herbácea que además de flores malolientes y venenosas, se le ha atribuido también propiedades afrodisíacas. Los personajes: Jesucristo Rey de Reyes y un capo llamado Ramsés Cruz. Cuenta en esta novela el autor, que ambos para seguir ejerciendo el poder, traman a sus seguidores, justicieros, enemigos y perseguidores, con lo único que por tradición nos han enseñado que en la vida no tiene remedio, la muerte.
Polémica, escozor y urticaria clerical está causando el lanzamiento del nuevo libro. Han escrito, circulan múltiples mensajes acerca de señalamientos, protestas, y hasta movimientos que promueven las “Rogativas para la conversión de Gardeazábal”, anunciando cadenas de grupos de oración por la vuelta al redil del hijo de la desaparecida matrona tulueña, ‘doña Maruja’ la insigne, creyente y fervorosa mujer, practicante de la fe, para que su blasfemo y descarriado hijo no ataque el dogma de la resurrección, como sin consideración alguna lo hace en El Resucitado, para que Dios se apiade de él, y lo traiga de nuevo al seno de la Iglesia católica, y no arda y se consuma en los mismísimos infiernos.
Muchos soterradamente pedirán la hoguera para libro y autor;
otras comprarán la novela a escondidas de sus curitas confesores
o de sus generosos maridos proveedores
Muchos soterradamente pedirán la hoguera para libro y autor; otras comprarán la novela a escondidas de sus curitas confesores o de sus generosos maridos proveedores, cuántos más no buscarán hasta disfrazados una firma para su libro por parte del escritor. No faltarán quienes se morderán la lengua para ni siquiera mencionarlo.
Mientras tanto “El viejo Gardis”, el gocetas de la vida, el que desde niño supo que su inteligencia y particular don de prever acontecimientos sería su mejor escudo de protección para defenderse de quienes lo rechazaban, el librepensador amante de la sencilla vida campestre, el que se dice ateo pero ha dedicado su vida entera a ayudar a los más desprotegidos, el irreverente que llama las cosas por su nombre, el que mete el dedo en la llaga y pone a pensar a este país, vive tranquilo. Ese mismo que siendo consecuente, hace mucho rato tiene previsto su entierro ‘parado’ en el Cementerio Libre de Circasia, el que vive intensamente, goza la vida como el que más, ríe a carcajadas con lo que por sus escritos produce en otros. Vive muy feliz, bien acompañado, y sobre todo sin odios ni resentimientos.
Gardeazábal solo existirá uno, ya sabíamos que cóndores no entierran todos los días, que por fin la misa había terminado, y ahora vuelve a atormentar con esta reveladora historia: El Resucitado. No es como te lo han hecho creer, Jesucristo no resucitó, tomó mandrágora…
@Miguel_Mondrag