“No recibirás nada", la advertencia de Steve Jobs a su hija que se volvió libro

“No recibirás nada", la advertencia de Steve Jobs a su hija que se volvió libro

La autobiografía de Lisa Brennan-Jobs en la que cuenta la tortuosa relación con el genio de Apple, que como padre era un perverso, será publicada por Planeta

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julio 20, 2019
“No recibirás nada

A los cinco años Lisa Jobs conoció a su padre. Fue minutos antes de presentar Lisa en marzo de 1982, una de las más legendarias de las computadoras de Apple. La niña estaba nerviosa, no había dormido la noche anterior. Vivía con su madre, la artista plástica Chrisann Brennan, en un diminuto apartamento en Sillicon Valley. A pesar de que las pruebas de ADN fueron categóricas, Lisa tenía sus mismos genes, Steve Jobs lo negó durante años. Por eso Chrisann y su hija tenían que recurrir a la ayuda del gobierno para completar el mes.

El terco Steve cedió y ese día de marzo de 1982 le abrió la puerta de su camerino. A la niña apenas la miró. Era una pequeña genio que pudo quebrar a su infranqueable padre cuando tomó la computadora y empezó a dibujar en ella. La niña había entendido inmediatamente el sistema operativo. “Es verdad que le pusiste Lisa a la computadora por mi” le preguntó. Steve, con la risa diabólica que partió en dos la vida de tantos de sus colaboradores, le respondió casi que inmediatamente: “No, son las siglas del sistema que la ópera, no tiene nada que ver contigo”.

Desde ese día Steve intentó acercarse a su hija mayor. Sin embargo la crueldad fue el rasgo que marcó su relación con ella. Hasta los ocho años Lisa, la hija de uno de los hombres más ricos del mundo, no tuvo calefacción en su cuarto. La niña vivía con gripa y cuando Chrisann le reclamaba Jobs le respondía con una seguridad que rayaba en el cinismo: “de que te quejas, lo único que pretendo es inculcarle valores a la niña”. Todo esto lo cuenta Lisa en Small fry la autobiografía que acaba de ser traducida al español como “No recibirás nada” y estará en librerías del país a partir de agosto.

Steve Jobs conoció a Chrisann cuando hacía bachillerato en Cupertino. Fue una relación casi que casual cuya trascendencia radicó en un embarazo indeseado. Aunque él estuvo allí en el momento del parto y hasta ayudó a escoger el nombre de la niña no quería reconocer su paternidad. Para sobrevivir Chrisann tuvo que hacer trabajos domésticos en casas ajenas y vivir de la asistencia social. El círculo cercano a Jobs le reprochaba la canallada pero él, ante eso, permanecía frío como una esfinge.

Con el tiempo Jobs, quien siempre admiró en silencio la inteligencia de Lisa, se fue acercando a su hija. La llevaba a patinar y ante los constantes problemas económicos de Chrisann, la llevó a vivir con él cuando Lisa terminaba el bachillerato. Fue tal el abandono que sufrió por parte de su padre que sus vecinos terminaron casi que adoptándola. En su tacañería enfermiza Jobs se negó a pagarle su universidad –estudio periodismo en Harvard- así que esta familia cubrió parte de los gastos lo que terminó enfureciendo a Steve quien no perdía oportunidad para sacarle en cara hasta una salida a comer en un restaurante “Era típico de él que, mientras cenábamos en algún lugar, se parara furioso por cualquier cosa y me dejara sola con la cuenta”.

Steve Jobs era un tipo extraño. La relación con sus empleados era casi sicótica. El maltrato era regla general en Apple así al otro día llegara con la mejor actitud. Su posición con el mundo era tan complicada que sus conocidos hablaban del famoso “Campo de distorsión de Steve”. Por eso con Lisa podría tener momentos de ternura, como cuando le dijo que había creado el Iphone para depositar “más de 200 canciones en tu walkman” pero otros tenebrosos como cuando le dijo, ya en su lecho de muerte “Báñate, hueles a caño”. A Lisa le terminó dejando una fortuna de herencia, la misma parte que tuvieron sus medios hermanos. Sin embargo Lisa es la más brillante de sus hijas y la única capaz de hacer un relato de su complicado padre en un libro que luce apasionante.

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