“No recibimos niños de Medellín. La mayoría viene del Urabá antioqueño, porque parece que las fumigaciones a las plataneras influyen en la enfermedad. De los niños que tenemos, cerca del 60% son de esa región” Con un listado de acciones y deberes por contar, nos recibe Luis Albeiro Ruiz en la Fundación Pequeños Discípulos de Jesús.
Esta Fundación funciona como una suerte de hotel, uno en el que nadie quisiera hacer una reservación, pero que por suerte para los niños enfermos de cancer, existe. Le dan posada y alimentación gratuita a los niños y sus cuidadores, que son en su mayoría las madres o tías de los enfermos “porque los papás no nos ayudan en las labores de la casa, en cambio ellas sí”.
Pasan el tiempo que requiera el tratamiento y pueden regresar cada vez que sean citados a controles. La casa tiene a lo largo del año un promedio de quince personas hospedadas, pero “En diciembre podemos llegar a tener veinte, con sus acudientes, porque los controles son anuales”, nos cuenta Luis Albeiro mientras carga a un bebé de cerca de dos años.
“Mi Dios no me dio hijos, pero me regaló estos niños”. Con la misma frase se despidieron Ana Julia y Luis Albeiro. Ambos paisas de pura cepa, ambos amorosos, ambos trabajando para que “sus niños” vayan al colegio al día siguiente, como todos.