En la Colombia de nuestros días es común que ocurran episodios tan vergonzosos como a los que nos venimos acostumbrando desde que el traidor Santos tomó el poder. Por eso no es extraño ver libre a Santrich. No bastó con verlo en un video negociando abiertamente con carteles de la droga mexicanos, no bastaron sus palabras insolentes cada vez que se refirió a las víctimas. No, ahora también tiene impunidad.
En un caso aberrante este mafioso saldrá de la cárcel para asumir en una curul en el Congreso. Como si no fueran suficientes todos los oprobios que hemos tenido que soportar a unos senadores cuestionables, inoperantes como muchos de los que hay ahora, ahora tenemos que soportar a un guerrillero que merecería más estar extraditado por sus crímenes en Estados Unidos que disfrutando 16 millones de pesos que vamos a tener que pagarle los colombianos por ir a calentar el puesto.
Dieciséis millones de pesos mensuales que saldrán de nuestros sueldos miserables. Da rabia la impunidad, da rabia que no exista nadie que apoye al presidente entre los columnistas influyentes del país aparte de la siempre valiente María Isabel Rueda. Dicen pues que el uribismo está acompañado por la mayoría de colombianos, pero tal y como lo veo los diez millones que votamos contra el arribo del socialismo somos unos cobardes que no nos organizamos y no tenemos el poder que tiene la izquierda de sacar la gente a la calle y ponerla a marchar. A marchar para rodear al presidente, para decirle además al presidente eterno que estamos para las que sea, que creemos en su trabajo, que no nos va a cooptar la prensa de los Santos.
Sí, detrás de todo esto podría estar la mano de Santos. De él podría ser la idea de inspirar al New York Times para hablar mal de Colombia. Poder sí tiene, sobre todo desde que consiguió ese cuestionable Nobel. Ya me lo imagino de master of puppets en Nueva York, posando de demócrata cuando él fue el ministro de Defensa de los falsos positivos.
Señores, me voy de Colombia. No podré aceptar que un mafioso, como bien lo dijo el presidente Duque, manche de oprobio aún más el Congreso. Me quitaré la nacionalidad: ya no vale la pena ser colombiano.