Como ya es costumbre, en el paro del 21 de septiembre la policía se volvió contra los manifestantes una vez más. Sus métodos son los mismos.
De acuerdo con algunas denuncias, sin ton ni son, la policía habría infiltrado a sus agentes, quienes de momento habrían comenzado a romper vidrios, lo cual habría sido aprovechado para lanzar gases, dispersar, generar miedo y así hacer que la manifestación se convirtiera en caos.
Además, cuando la Plaza de Bolívar estaba a reventar, como en la gran manifestación de noviembre de 2019, un presunto grupo de policías vestidos de civil habría lanzado piedras, casi siempre al Esmad —que se coloca en el Palacio de Justicia o en el Capitolio—. Y una vez escapados a los sitios acordados, uniformados habrían lanzado gases y aturdidoras que habrían creado confusión y ahuyentado la manifestación
En el caso de la gran manifestación de noviembre del año pasado, de la nada apareció un grupo que quemó las mallas que protegían el Palacio de Liévano. Ninguno de estos fue detenido. Sin embargo, este acto sirvió para que se generara desorden por medio del lanzamiento de gases a manos del Esmad. El resto es historia. El asesinato de Dilan Cruz y la noche de terror con uniformados que aparentemente trataban de meterse a los conjuntos residenciales y generaron pánico entre toda la ciudadanía bogotana.
En la manifestación de hoy, lunes 21 de septiembre, a la altura de la carrera 7ª con calle 11, un presunto grupo de policías habría atacado y robado bajo la mirada de todo el mundo una sucursal de un banco. El Esmad, tan acucioso para reprimir, no apareció, pero sirvió para que de inmediato se lanzaran gases lacrimógenos sobre la masiva concentración en la Plaza de Bolívar, dispersando a los pacíficos manifestantes que apostaban a que nada pasara con el fin de mostrar que la marcha era masiva. No querían la foto de la plaza a reventar, dijo acertadamente el senador Gustavo Bolívar.
Con la dispersión comienza el caos, los manifestantes corren y la policía inicia su trabajo de apresar y apalear, ya sabemos... hasta asesinar.