No queda otra que la ética para reconstruir un país llamado Colombia

No queda otra que la ética para reconstruir un país llamado Colombia

Para pensar no hay necesidad de ser profesional, solamente comprender que desde la ética se construye un compromiso y una solidaridad

Por: DIEGO MARIO ZULUAGA OSORIO
enero 25, 2024
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No queda otra que la ética para reconstruir un país llamado Colombia
Fotografía: Canva

“Si un pueblo no está humedecido por el humor, su cultura se hace inevitablemente cada día más falsa, su vida más estafadora, su pensamiento más pedante, su literatura más seca, y el alma del pueblo más obstinada”

Parafraseando a Sócrates el hecho de hablar es algo muy serio, mientras que para Kierkegard lo es el escribir, siendo estas dos maneras de hablar del ser humano. Escuchamos noticias, vemos la televisión, leemos artículos y conceptos científicos, oímos comentarios de políticos, de avezados funcionarios, de tiktokers, youtuber etc., todos hablando de un tema tal o cual, pero de todo esto cuánto queda en nuestra memoria e intelección.

No hay necesidad de entrar en guerra con otros países, pues ya vivimos un infierno sin ética ni ideas, y mucho menos libertad, se concluye sin ética no hay país. Basta mirar el comportamiento del individuo para comprender que, en esta época de postmodernidad, los valores internos se han trastocado, tenemos ejemplos en cantidad, que la corrupción, que el hambre, que la pobreza, aquello que deprime el ser intrínseco, además construye densas jornadas de discusión sobre las huellas de Kant, (un idealismo alemán), una navegación  hacia la nada de los pensamientos que se recogen en ese mar de improvisación, de incertidumbre y de la vulnerabilidad en que se ha coinvertido la existencia del individuo.

La generalidad de la apertura de la existencia gira en torno a “ese poder ser”, que deviene de esa ética del cuidado, de esa ética de vida que se encuentra dentro de ese comportamiento automático que todos llamamos “normal”; pero entonces, si ese tiempo no nos alcanza para darnos cuenta de las innumerables historias de sufrimiento que producen precisamente esa anormalidad, convivimos con unos patrones de regularidades, fenómenos que se repiten hacia verdades y conocimientos que muchas veces no acertamos, dejando en el aire esas evidencias puras y absolutas de esa epistemología en que se ha convertido el modo de subsistir.

Llegamos al “punto nocturno de la contradicción” (J. R. Herrera) en donde los hombres no son islas y la utilidad de lo inútil, sino una creación de la nada verdadera y pensable; fragmentos escogidos de esa deliberación  crítica sobre la sociedad contemporánea y en defensa profunda del humanismo y sus humanidades, en búsqueda de los cimientos de una sociedad verdaderamente humana, la cosa es que al poblado actual hay que recordarles las bases dadas desde el pensamiento de los filósofos clásicos, del porque se han convertido los ensayos de Francis Bacon en importantes referentes para comprender la dinámica social, del porqué Montaigne fue un iniciar de la crítica democrática y todo ello reflejado en las obras de William Shakesperare.

Lo indecible se  ha convertido en regla general en virtud del conocimiento de la ética, la moral la verdad y libertad, por lo que hay que transformar “las ideas en ideas estéticas, en ideas mitológicas” (Herrera) para que puedan tener ese valor que ancestralmente se tenía, en especial de cómo funcionaba el gobierno, el estado y el universo; lo que conlleva a conquistar nuevamente lo arcano y lo contundente, para derrumbar esos andamiajes de la corrupción y el secuestro selectivo, pues sin Ethos la república terminará por desaparecer en ese conglomerado de sobrevivientes en que nos hemos convertido, vemos y dejamos pasar violaciones y asesinados de mujeres, de líderes sociales, la delincuencia y la guerrilla campeando tranquilamente, aparece un fenómeno y se aprovecha para enmascarar un problema, por lo que la fuerza del individuo se está traspasando no al interior del mismo sino al de los demás.

Dónde queda la inteligencia poética y filosófica, aquella que todos interpretamos como mandato constitucional, pues para pensar no hay necesidad de ser profesional, solamente comprender que desde la ética se construye un compromiso y una solidaridad, una nueva constancia y desempeño de los ciudadanos, esa construcción de un país depende no solo de cómo lo vemos sino de cómo llenamos ese asombro y la admiración y comenzamos ese nuevo aquí y ahora, pero no esa fantasía concreta en donde los incapaces pretenden redimir al pueblo y el pueblo se ha convertido en un fraude, en un convidado de piedra pues el momento de las ideas aún se encuentra en la nebulosa existencial.

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