No puede ganar la guerra

No puede ganar la guerra

"Recuerden a Garzón cuando decía que si las cosas no se daban era necesario volver a sentarlos, y volver a sentarlos y sentarlos una vez más"

Por: Ancizar Valencia
octubre 03, 2016
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No puede ganar la guerra
Foto: tomada de internet.

El voto por el NO, no lo ponen los uribistas, tampoco la gente idiota. Lo pone el descontento del país con las FARC. Aunque algunos hayamos asumido que es mejor negocio para el país quitarle de una vez las armas a una guerrilla de más de cincuenta años, lo cierto es que muchos no perdonan. Queda claro que aquí prácticamente nadie quiere a las FARC. Que la desaprobación al gobierno Santos es total. Que hace falta mucha educación en un país que cree que dos pesos valen más que un muerto. A la gente que apoyaba el Sí, que se ufanaba de superioridad moral, no la quiero ver insultando. Es necesario darse cuenta de que la complejidad de la violencia en Colombia es tal, que la mitad del país está acostumbrada a vivir con ella. Recuerden a Garzón cuando decía que si las cosas no se daban era necesario volver a sentarlos, y volver a sentarlos y sentarlos una vez más hasta que se haga efectivo lo que alguna vez escribió D'artagnan, el columnista, cuando refería que la paz en Colombia solo se haría efectiva cuando el olor a sangre y a muerte causara repugnancia en todos los colombianos. No niego que me duele algo en el alma cuando veo que la gente que más ha padecido la guerra es la que más apoyaba desarmar a los violentos, mientras que los que la vivieron desde la ciudad no comprendieron la importancia de revalidar los acuerdos. Tampoco es que no la hayan sufrido, si alguien dice eso es un mentiroso, todo colombiano ha padecido de alguna u otra manera las mecánicas de una guerra sin cuartel, solo que algunos más en carne viva que otros, y sí, todos tenemos derecho en este conflicto a manifestar nuestra opinión. No todo es malo, se demuestra que los procesos en la registraduría son transparentes y que pese a todo, aún somos los colombianos los responsables de nuestro futuro.

Personalmente creo que la educación es uno de los aspectos de los que más adolece mi país, y que eso no se cambia con un mes de campaña y figuras públicas hablándole a una gente a la que no entienden. Mi propia parsimonia en todo este proceso, confiado del sentido común de la gente de mi país, me demuestra que yo tampoco entiendo muy bien el país en el que vivo, que no hay tal cosa como el sentido común, pero sobretodo me revalida que los que no hacemos lo que esté a nuestro alcance para ayudar, para cambiar la percepción del mundo, para cambiar al mundo si se quiere, los que preferimos quedarnos indolentes al frente de nuestras vidas mientras vemos al mundo moverse, tenemos mayor grado de culpabilidad que aquellos que defienden lo que creen, así eso que creen sea poco creíble. Mucha de la culpa es de nosotros, los opinadores de sofá, los que le dejamos la tarea a hombres como Humberto de la Calle, los que sabíamos de la desaprobación de Santos y lo dejamos vanagloriarse en discursos, los que no fuimos capaces de ser claros con las personas de nuestro entorno porque asumimos como obvio algo que no lo era.

Lo que pasará ahora está por verse, si era genuina la intención del secretariado deberán tener la entereza para saber que el país esta tan descontento con ellos que prefiere perpetuarlos en las armas que reconocerlos como iguales. Esto es una exageración por supuesto, no creo, no quiero creer realmente que exista algún colombiano que prefiera abiertamente la guerra. También deben saber en las FARC, que este traspié dará lugar a más disidentes que seguramente engrosaran las filas del frente primero. También deben saber que como lo escribió García Márquez, es más fácil empezar una guerra que acabarla, pero que no por eso se pueden obstinar en perpetuarla. Al gobierno, ojala no se le ocurra la grandiosa idea de imponer los acuerdos a las malas, si se asumió el camino popular debe mantenerse. Al gobierno, no amedrente más a los colombianos con guerra, no nos dividan más. Al gobierno que lleva años hablando de paz, debe asumirla y darle la mano a la oposición, muéstrenos que ustedes también perdonan, muéstrenos como es que se estrecha la mano de la gente que uno no quiere.  A los promotores del No, los colombianos acaban de darles una confianza increíblemente grande, creyeron en mucho de lo que ustedes afirmaban. No se olviden de los muertos, de los años de guerra, ahora son ustedes, si la guerrilla realmente quiere dejar las armas, los llamados a encabezar las intenciones de los colombianos. Me cuesta mucho creer hombres como Uribe Vélez, demasiado, pero estoy dispuesto a empezar a escucharlo si con eso la sangre que derraman de las armas de las FARC deja de inundar los recuerdos de las personas de mi país.  Es en la derrota donde se conoce la grandeza de los hombres, quiero reafirmar mi petición a las personas que apoyaron el Sí de que no se dejen llevar por la decepción, la rabia y bueno hasta las ganas de llorar que dan. Sé lo que se siente, yo que nunca madrugo un domingo, hoy me levanté temprano a darle la cara a un día histórico, en el que iba a contribuir con mi voto a silenciar las balas que se escuchan en la selva colombiana, me levanté pensando en que las armas que acabaron con tantas vidas no iban a ser usadas más para acabar con nuevas vidas, me levanté dichoso, hasta bonito me debí haber visto con una sonrisa ingenua todo el día, y ahora tengo que lagrimear escribiendo esto. Sin embargo no puedo dejar que la esperanza de esta mañana se desvanezca, porque fue bueno lo que vi y quiero, realmente quiero que todos puedan ver eso que yo vi. Tengo dolor, pero es infinitamente mayor mi hastío a los fusiles, a las balas, a ese monstruo  vestido de camuflado que por décadas a herido está tierra. Es mayor mi hastió con la violencia, que el dolor que me produce un resultado adverso en una votación, en la que asumo, se manifestaron personas que quieren que las escuchen realmente, y no con la soberbia de quien ya se pensaba victorioso desde antes de saber los resultados.

Paz, mi gente. Voy a llorar un rato por ahí.

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