No podemos seguir callados ante la muerte de Alexander Parra Uribe

No podemos seguir callados ante la muerte de Alexander Parra Uribe

"Nuestro silencio legitima la acción de los enemigos de la paz, que, sean pocos o muchos, son maliciosamente activos y dañinos"

Por: Juan Rodrigo García Fernández
octubre 31, 2019
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No podemos seguir callados ante la muerte de Alexander Parra Uribe

Antier y ayer estuve en Mesetas (Meta), acompañando a los familiares y amigos de Alexander Parra Uribe, quien fue conocido por años con el seudónimo Rodolfo Fierro, excombatiente de las Farc y uno de los más comprometidos y dinámicos constructores de paz, a quien enterramos con mucho dolor, incluso con rabia, pero igualmente con honor, amor y respeto.

Podríamos decir que el entierro de Alexander fue un acto íntimo y así quedar bien con las apariencias, pero lo que vi fue la profunda soledad, casi el ostracismo al que la sociedad local, regional y nacional, viene sometiendo a los excombatientes en proceso de reincorporación.

El discurso del odio y del resentimiento, a veces una avalancha, otras veces tenue y reptil, arrastrándose por los rincones de los medios de comunicación y de las conversaciones cotidianas, nos tiene los ojos vendados y está haciendo que los colombianos seamos distantes, apáticos con el proceso social y político más importante que se ha dado en nuestro país en el último siglo.

Mientras familiares y compañeros de Alexander cargaban su féretro por las calles de Mesetas, centenares de personas seguían tomando su tinto o su cerveza en las mesas de los andenes de las calles comerciales, y otros escasamente desviaban la mirada con curiosidad desde las salas de sus casas o las pantallas de sus teléfonos, mientras yo me preguntaba: ¿qué les pasa?, ¿por qué no están marchando en el cortejo? Y la respuesta parece casi obvia... pero no lo es.

Muchos de estos habitantes de la zona, recordarán a Rodolfo Fierro, el guerrillero, el comandante, y depositarán en su recuerdo las culpas y los dolores del conflicto. Otros, pensarán en él como el jefe del “espacio que el gobierno Santos le dio a los guerrilleros en una de las veredas de nuestro municipio”, y los que no sabían quién era el difunto, al ver pasar el cortejo con la bandera de la Farc al frente, se dirían que “ahí va muerto uno de los nuevos dueños del país que Santos les entregó”.

El país que Santos le entregó a las Farc... que perversa y efectiva mentira que media Colombia se ha tragado como un anzuelo que llega hasta las tripas, cuando la verdad, entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc pactaron el fin de un conflicto de más de 60 años y centenares de miles de muertos, y nos devolvieron el país a los colombianos, quienes lo hemos recibido con beneficio de inventario (como dicen los abogados) para lo que nos conviene, pero sin comprometernos verdaderamente con el destino de los territorios como Mesetas, por tantos años dominados por esa guerrilla.

Lo que en mi caso era impensable, fue posible gracias al proceso de paz: ir a La Julia, Al Diviso, a Muribá, pasar de Jardín de Peñas e ir a estas comunidades a promover la defensa del territorio y del medio ambiente, y poder regresar a las 8 de la noche hacia Mesetas sin más preocupación que las contingencias normales de las trochas capaces de averiar cualquier vehículo. Y para la gran mayoría de los habitantes de la región, aunque aún no se han materializado en absoluto puntos tan importantes de los acuerdos como el de tierras, la tranquilidad recuperada ha permitido que florezcan iniciativas privadas y comunitarias que hoy se desarrollan en Mesetas y que vemos en ferias de paz y mercados campesinos.

Muestras son el auge de la producción y procesamiento de lácteos, cafés especiales, cacao de exportación, miel de abejas, panela, caucho, plátano, yuca, frutas tropicales para mercados nacionales y extranjeros, piscicultura, especies menores y un sin fin de productos agropecuarios, y el notable desarrollo de una industria turística que hace que La Ruta de la Macarena, que antes era de uso y goce exclusivo de los guerrilleros, se inserte hoy en la agenda turística global gracias al esfuerzo y compromiso de muchas personas, pero especialmente de líderes como Alexander Parra, comprometidos con la paz y con el territorio; por eso, ayer tendrían que haber estado al frente del sepelio de Alexander Parra Uribe las banderas y las delegaciones de los cientos de iniciativas privadas, públicas o comunitarias que crecen y florecen hoy en nuestra región gracias a ese proceso de paz que él firmó y ratificó con el trabajo de cada día después de la desmovilización.

Pero no podemos sentarnos a llorar sobre los muertos. En mi opinión, los responsables de la soledad que han vivido y siguen sufriendo los excombatientes en sus espacios, somos nosotros, quienes de alguna manera nos decimos líderes en las regiones, pero que no hemos hecho la tarea y que en muchos casos hemos sido débiles, incluso diría pusilánimes y cobardes en la defensa de este proceso y en el reconocimiento para sus protagonistas. Ayer tendríamos que haber estado allí todos unidos, arropando a la familia y a los compañeros de un hombre de honor que renunció a la guerra sin reservas ni nostalgias para dedicarse con alma vida y sombrero a la construcción de una paz con justicia social, no tanto para él, sino para el pueblo colombiano.

No podemos seguir callados. Nuestro silencio legitima la acción de los enemigos de la paz, que, sean pocos o muchos, son maliciosamente activos y dañinos. Las palabras de nuestra querida amiga Luz Marina, frente al cadáver de su amado esposo y compañero en la vida y en la paz, nos convocan a decir no más al discurso del odio y del rencor, y a ofrecerle a Colombia la esperanza de un hoy y un mañana en mejores circunstancias. Y que las generaciones futuras sepan quién era Alexander Parra Uribe o Rodolfo Fierro, el hombre cuyas circunstancias determinaron la senda de la guerra durante muchos años, pero que supo, ante las nuevas circunstancias que posibilitaron los acuerdos, estar a la altura de su condición de líder para decirnos que “la paz nace del alma” y demostrarlo con trabajo y con hechos. ¡Gracias, Alexander! ¡Gracias, Luz Marina! ¡Gracias hombres y mujeres de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común! ¡Que la paz no les siga costando la vida!

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