No tengo un peso pero soy Uniandina

No tengo un peso pero soy Uniandina

Una joven de un pueblo del Huila cuenta los beneficios que le ha traído a su vida el programa Ser pilo paga que le permitió estudiar -gratis- en la Universidad más cara del país

Por: Daniela Sofía Gonzales
abril 21, 2017
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No tengo un peso pero soy Uniandina

He tomado la decisión de escribir esta columna gracias al fuerte sentimiento que me ha producido escuchar de boca y letra de beneficiarios del programa Ser Pilo Paga una victimización acerca de su situación social. Muchos piden que ‘se replantee si está mejorando vidas’, pues yo soy Ser Pilo Paga, y orgullosa digo que estudio en la Universidad de Los Andes (así completito, sin abreviaciones, dándole el prestigio que merece), donde solo pueden estudiar los privilegiados, los "bendecidos y afortunados" ya sea con 16 o 21 millones en el bolsillo de sus padres o con un incuestionable talento, y no estoy diciendo que aquellos que tienen el dinero en sus bolsillos no sean talentosos, por supuesto que lo son, pero para ser más clara: es menos sorprendente cuando han podido costear una educación indiscutiblemente mejor que la de la mayoría de nosotros porque para nadie es un secreto que la educación pública en Colombia se encuentra bastante mal, por lo que un talento que logre salir a la luz es digno de ser premiado. Mi intención no es ahondar en claros problemas sociales existentes en el país, las opiniones acerca de la relación costo-beneficio que implica el gasto del gobierno en nosotros “los pilos” son irrelevantes.  En este escrito deseo hacer referencia la victimización que se dan algunos beneficiarios del programa Ser Pilo Paga, lo que proyecta un panorama irreal sobre nuestra situación.

Vengo de un pequeño pueblo católico del Huila y llevo tres semestres estudiando en la universidad más cara del país, ingresé siguiendo el mismo proceso que los demás: presenté mi puntaje icfes y eso fue todo, nadie me preguntó cuánto ganan mis papás, o de qué marca eran mis zapatos.  Jamás me he sentido discriminada, sin embargo puedo entender la incomodidad de muchos al manifestar inseguridad, ansiedad y miedo por llegar a un ambiente nuevo y en la mayoría de casos  vivir solos por primera vez a los 17 o 18 años ¿ante esas circunstancias, quién no? Además que uno llega con la mente inundada de estereotipos y definiciones peyorativas sobre un uniandino, por ejemplo que todos se visten con ropa de marcas importadas, que toda la gente es de piel blanca y ojos azules, que los hombres tienen una barba de esas bien cuidadas como ‘símbolo de estatus’, que las mujeres son rubias, superficiales y tontas. Me dan risa estas apreciaciones muchas veces perturbadas por la envidia de algunas personas, y puedo afirmar con toda confianza que absolutamente TODOS se equivocan, ‘en esta vida hay de todo’ es lo que a uno le enseñan desde la cuna, no existe diferencia aparente o estética ni siquiera en resultados académicos entre los Ser Pilo Paga, los que pagan su matrícula a crédito y los que cada semestre pueden darse el lujo de pagar al contado. Muchos compañeros se pueden dar lujos gracias a sus papás, eso es cierto, pero ¿quién puede afirmar que escogió a sus padres? Qué culpa puede tener un joven de que sus padres hayan tenido el dinero para darle siempre ‘lo mejor’, al fin al cabo eso es lo que quieren todos los padres para sus hijos y lo que seguramente nuestros padres hubieran hecho si tuvieran las capacidades. Lo relevante aquí no es la cantidad de dinero que posean los uniandinos sino la calidad de personas que son.

Me he identificado parcialmente con las manifestaciones públicas de varios Ser Pilo Paga, yo también he tenido ese sentimiento que inunda el cuerpo durante el primer día de inducción cuando notas que la mayoría se conocen de colegios privados y forman grupos que de inmediato parece que se cierran a los ‘otros’. Me he intimidado con la cantidad de iPhones, Mac y Jansports que veo a diario. He sentido esa ‘envidia de la buena’ (y de la mala, a veces) cuando escucho mis compañeros hablar sobre sus viajes a Cancún, Miami, Madrid, Venecia, Milán, París, etc. todos durante las vacaciones de fin de año, mientras que yo nunca había salido del pueblo donde nací, pero que rico haber crecido respirando el aire fresco de las montañas y viendo el sol ponerse sobre el horizonte. Que la mayoría de uniandinos son gente con más dinero que uno, no se lo discuto a nadie, sin embargo no por esto son ‘de otro planeta’. Le propongo al lector: que hable con un estudiante de la Nacional o cualquier otra universidad pública al azar, cuéntele un chiste y luego cuénteselo a un uniandino, puede probar también con una canción de Maluma o Justin Bieber,  le aseguro que va a encontrar la misma reacción en ambos, si se lo permiten tóquelos, no les tenga miedo, deje atrás los prejuicios, le aseguro que ambos son de carne y hueso.

La otra cara de La Universidad de Los Andes:

Lo que mucha gente no sabe es que la ubicación de la sede principal de la prestigiosa Universidad de Los Andes no es precisamente de color rosa, estamos hablando del centro de Bogotá donde son habituales los habitantes de calle, quienes conviven constantemente con los universitarios, una de las primeras cosas que me enorgulleció de la universidad  fue ver cómo varios jóvenes de todos los estratos alimentaban y saludaban por su nombre a estos vagabundos y a sus perros ¿Sorprendente, no? son este tipo de cosas las que uno aprende a apreciar cuando se relaciona cierta cantidad de personas dentro y fuera de la universidad, no me malentiendan, yo nunca he sido ‘de muchos amigos’, y con los uniandinos no ha sido diferente, muchas de esta relaciones es cierto, no pasan del saludo, de un lindo gesto o una amable contestación a una pregunta, pero cuando recibes esto a diario ¿Cómo sentirte discriminado?

Recientemente se supo a nivel nacional sobre el retraso en el pago de los subsidios de Ser Pilo Paga ¿Qué hicieron los uniandinos? Se unieron, convocaron donaciones por redes sociales, mucha gente donó, otros se pusieron en práctica, hicieron con sus propias manos variados almuerzos para regalarlos a los beneficiarios o venderlos muy baratos ¿Por lástima? ¡No! Por solidaridad, muchos manifestaron su angustia por redes sociales debida a la situación de los que llamaron ‘sus mejores amigos’, a quienes les invitaron el almuerzo durante un par de días. Muchos Ser Pilo Paga pertenecen al consejo estudiantil o representan la universidad en competencias deportivas y estoy segura que no se han sentido discriminados por su condición económica.

He leído que varios Ser Pilo Paga han manifestado dificultad para hacer ‘amigos genuinos’, pues bien, creo que ese término es subjetivo y en muchos casos responde a una definición fantástica que hemos concebido durante la infancia, recordemos que hablamos de jóvenes entre 16 y 18 años. Si bien a veces no hay con quien compartir ‘la lonchera’, esto no debe ser un motivo para inmediatamente sentirse discriminado, los ‘ricos’ también comen y no precisamente en sitios distintos a nosotros dentro de la universidad. Si quien lee esto se ha sentido identificado, le doy un consejo: mire a su alrededor, busque otra persona que esté comiendo sola, converse con ella y tendrá compañía el resto de su almuerzo, probablemente no trascienda de eso, pero no se afane por forzar una relación estable de la nada, asegúrese de tener con quién contar, sea dentro o fuera de la universidad, goce esta época de la vida, procure disfrutar de la oportunidad que se ha ganado por mérito propio, no se dedique a llenarse de rencores, más bien si nota que algo no está bien, intente cambiarlo.

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