Sé que vivimos en un país que parece un chiste, un mal chiste de la historia, donde los pájaros les tiran a las escopetas, se aplaude la muerte, se vanagloria al verdugo y se privilegia la zancadilla. Así somos desde que tenemos memoria, tramposos… o vivos como solemos llamarnos para ocultar nuestras vergüenzas y quizás por eso nos gusta joder y que nos jodan, a ver quién puede más, porque además somos machistas a mucho deshonor, nos creemos el cuento de tener el segundo mejor himno del mundo y dizque nacimos en el mejor vividero.
Tal vez por eso, señores de las Farc, ustedes existen, con su recua de hipocresía, de cinismo ambulante, de muertos a destajo, de moral de supermercado. No hubieran podido existir en otra parte. ¿Acaso en otro país que no fuera éste les hubieran permitido jodernos como nos han jodido? ¿A cuántos niños les robaron la infancia, a cuántos convirtieron en zombies asesinos, a cuántas mujeres condenaron al dolor, a la soledad, a la miseria, a cuantos seres humanos como ustedes, como yo, como el vecino, les arrebataron la dignidad, los convirtieron en guiñapos, los encadenaron como animales, les molieron su vida simplemente porque pensaban diferente?
Es verdad, al principio a ustedes les torcieron la vida los de siempre, esos tenebrosos hacendados, dueños de vidas y de bienes, que desde que este paisito se asomó al carnaval de la independencia, se apoderaron de todo en nombre de todos. Habrase visto. Nos negociaron y encima les quedamos debiendo. Es cierto que a ustedes los sacaron de sus tierras y los declararon bandoleros los mismos que años antes los habían incitado a rebelarse, los armaron y les dijeron que del lado rojo estaba la verdad y del azul, la mentira.
Pero después ustedes se volvieron como ellos, igual de sinvergüenzas, de ladrones, de dictadorzuelos tropicales, mandando y desmandando, amos de los inermes, mandamases de los campesinos que decían defender, aplastando al que les dijera que no, como los oligarcas que ustedes bautizan con la boca llena, sin ver que esa paja que señalan en el predio ajeno se multiplica en el lado suyo. Explotadores miserables, igual de mentirosos, igual de payasos, igual de crueles, ¿vienen ahora a enseñarnos qué es lo bueno y qué es lo malo? ¡Por favor!
“No más Farc”, les dijimos no hace mucho, en cuanto rincón de Colombia se prestó a hacerles ver que ustedes son pasado, mal historia, una pesadilla que buscamos remediar. Queremos que desaparezcan, pero no a punta de plomo como pretende el culebrero, otro primate como ustedes. Queremos que desaparezcan, sí, pero como pandilla armada y se metan a pelear como pelea la gente, con ideas, con argumentos, con respeto hacia los demás. Eso queremos y por eso estamos dispuestos a darnos la pela, a perdonar, como también lo haremos con esos uniformados que olvidaron su juramento de defender la democracia, porque aquí no se trata de probar quién odia más sino quién es capaz de ayudar a levantar un país mejor que ustedes y que nosotros.
El reto es grande. Asúmanlo. ¿Quieren ser escuchados? Desmovilícense y jálenle a la democracia, expongan sus ideas y dejen que el pueblo escoja lo que mejor le convenga. Pero antes de eso, cuando todavía siguen con sus odios, su soberbia y su cinismo, no pierdan el tiempo con su verborrea, que hace mucho dejamos de ser tan pendejos como creen y dejen de darnos lecciones de moral, que son los hechos los que convencen y no oficiando de inquisidores en los micrófonos de La Habana, señalando qué es lo correcto, quiénes son los apóstoles y dónde está la consiguiente redención que, por supuesto, sólo es posible si pasa por sus manos.Ni que fueran Piraquives. ¿O sí?
