Es increíble, por supuesto, pero es la realidad que vivimos.
La nación colombiana está atravesando por una de las peores crisis en la historia moderna, la democracia parece cada vez más estar en caída, pero el debate y la opinión pública aún parecen ser un derecho, derecho que cada vez se ve más violentado. Sí, agredido no solo por lo que se evidencia en los sistemas de comunicación populares, sino también en nuestros allegados, en ocasiones, amigos, compañeros y el más común de los casos la familia.
No nos aterremos, sí, hay gente defendiendo las fuerzas públicas, están en todo su derecho y razón, porque la vida vale lo mismo cuando es de un uniformado o un civil, cuando es del empleado o del empresario, cuando es en un rancho o en una mansión.
No nos aterremos porque la maldad siempre va a tener seguidores, como lo es en el caso de Pinochet, también en el caso de Videla o Fujimori y el caso más cercano Maduro, y no, no huelo a socialismo, como todo lo que quiere acabar este gabinete de genocidas.
Nos clasificaron en un grupo y sí, no nos aterremos, porque esos modelos de represión ya se han utilizado antes, como en la segunda Guerra Mundial, donde se clasificó todo lo que olía a diferencia con el término de “Judíos”. Se asesinaron personas de diferente orientación sexual a la establecida, hippies, artistas y demás, todos establecidos con el concepto nombrado.
No nos aterremos, amigos “mamertos”, no nos pueden callar, amigos “vándalos” y amigos “guerrilleros” porque en el país del sagrado corazón, el país “más alegre del mundo”, se clasifique de manera violenta a los que queremos un cambio.
Es muy triste ver la realidad, pero hay que entenderla, hay muchos de nuestros abuelos que se quedan con lo que dicen los medios de comunicación tradicionales. La maldad no ha cambiado mucho sus formas de manipulación, lo podemos relacionar con los principios de Goebbels en la Alemania Nazi y hacer el ejercicio de poner en cada punto un ejemplo de nuestra nación colombiana.
No nos aterremos cuando en la calle vemos al que más habla de amor al prójimo juzgando a todas las personas que luchan y arriesgan su vida por un mejor mañana. Y sí, no queremos nada regalado, queremos trabajar, queremos paz, armonía, no queremos guerra, ni más muertos.
No nos aterremos porque hay gente defendiendo lo políticamente incorrecto, los de siempre quieren un pueblo vacío, sin ideales, como diría Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.
Y por eso es ahora, el que estudia no es solo el que va a la universidad, también el que se esmera por estar informado y no tragar entero.
Es tiempo de seguir y no parar. Saludos y tomemos un solo consejo de lo que no queremos ser nunca, nuestra amiga Cabal: ¡estudien, vagos!