Meter las manos en la candela para asegurar que todo ser humano es honesto, responsable y respetuoso con la vida de los demás es como hacer un tiro al aire sin objetivo ni razón de ser y esperar que esa bala perdida, en su loco recorrido, no lesione o mate a nadie. Menos en Colombia, donde llevamos mucho tiempo siendo testigos del transcurrir de miles de personas violentas o asesinas, algunas de ellas marcadas por la mala vida y por la falta de oportunidades, pero otras con cerebros cebados y deformados por las ansias del dinero fácil y de la agresividad como una forma de vivir.
Esta cruda y violenta realidad ha llegado para quedarse entre nosotros y con ella deformar a una indolente e indiferente sociedad, que aunque hasta un punto dado está hastiada por tanta violencia y corrupción ha terminado por dar su brazo a torcer ante estos actos y se ha acostumbrado a su presencia, como si fuera algo rutinario y normal, además de llegar a aceptar la inoperancia y la ineptitud de las mismas autoridades para atacarla y controlarla, incluso sin importarle que la propia autoridad se alíe con los delincuentes y antisociales, y que termine usando, en muchas ocasiones, los métodos de aquellos para atacar a la ciudadanía, y a la población en general, de una manera infame y desproporcionada, generándose entre los habitantes de este país una especie de coraza y de desdén ante ella.
Siendo el sicariato y el paramilitarismo sus máximas expresiones, además de una violencia guerrillera, ocasionada y provocada por movimientos políticos de izquierda, quienes por enfrentar y rechazar las injusticias sociales, han llegado a estos extremos insensatos de pensar, y hasta creer, que con ella pueden direccionar el cambio de rumbo de la sociedad capitalista, mientras por otro lado estar conviviendo con el robo y el delito permanente, realizado éste por una jauría de delincuentes menores, quienes se amparan en la insignificancia que la sociedad le viene dando a estas tenaces y hasta absurdas circunstancias.
En días recientes, por las redes sociales, se han estado pasando varios videos, donde se muestran acciones tremendamente violentas, como señales de la descomposición social en la que estamos viviendo; en uno de ellos se exhibe la insensatez y la desproporcionalidad de la reacción de unos habitantes de un barrio de Cartagena, si no me equivoco, donde terminan, varios individuos, asesinando a puñal a un policía, porque la esposa de este había matado de un disparo a una vecina, y en él, el video, se muestra la dantesca escena en que tres personas lo perforan con cientos de puñaladas.
El otro video es más reciente, y en él se muestra el asesinato de un joven, por un soldado en una base militar, luego que estos, los soldados fueran provocados y atacados por una serie de muchachos, quienes habían ingresado a la base a reclamar de manera altanera, insolente y arriesgada por unos hechos anteriores, demostrando, esos muchachos, una osadía e irrespeto contra sus propias vidas y contra la de los soldados, exhibiendo un odio feroz contra todo lo que estaba a su alrededor, y por más que la madre de uno de ellos le gritaba que detuviera su erróneo accionar.
Entre tanto, al mismo tiempo, convivimos con una clase política y dirigencial irresponsable, sin control ni límites, dando señales permanentes de podredumbre moral y ética, colaborando con su accionar a incrementar esos niveles de violencia y corrupción, e involucrando con ellas a la sociedad en una espiral de descomposición social.
Siendo así el presente escenario, ¿cómo pretendemos salir de él?