'No mires arriba', una necesaria crítica a la estupidez humana

'No mires arriba', una necesaria crítica a la estupidez humana

La película hace una disección de la sociedad, y lo hace mostrando que no solo estamos gobernados por estúpidos, sino que las masas son más idiotas que antes

Por: Cristhian Joan Lesmes Moreno
diciembre 28, 2021
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'No mires arriba', una necesaria crítica a la estupidez humana

Película: Don't Look Up (No mires arriba)
Director: Adam McKay
País: Estados Unidos
Año: 2021
Netflix

 

¿Cuál es la naturaleza de la estupidez humana?, ya el cine ha intentado responder esta crucial pregunta. En 2006 fue estrenada, sin mucho éxito, una obra maestra de la sátira estadounidense. Dirigida por el caustico creador de la serie de MTV: Beavis and Butt-Head, Mike Judge, Idiocracia (2006) fue una cinta reveladora y en cierto modo premonitoria. En la gran película se planteaba cómo la sociedad, el gobierno, las fuerzas armadas y en general toda la estructura social hubo de ser tomada en el futuro y luego del inexorable paso de los siglos, por los idiotas.

En Idiocracia se advertía cómo las sociedades contemporáneas tenía una segura tendencia hacia la estupidez como norma, y la imbecilidad como requisito, para acceder a la dirección de los asuntos públicos. Por esa razón, en la película, el presidente, Camacho, un afamado campeón de lucha libre y estrella de cine porno, era nombrado por unanimidad como presidente de los Estados Unidos. Entretanto, en la realidad contemporánea, un excéntrico y corrupto millonario, presentador de reality show, misógino, racista e indudablemente idiota, fue el ganador en las elecciones de la primera potencia nuclear del mundo en 2016.

En sintonía con ello, el director Adam McKay ya había descrito la profunda corrupción del sistema financiero global con la gran cinta The Big Short (La gran apuesta), de  2013, en la que se examinaba el colapso bancario de 2008 en Wall Street. Luego en 2017, sorprendería al mundo con la excepcional cinta de sátira y crítica a la política exterior estadounidense: Vice (Vicepresidente, el vicio del poder), en la que se describía con precisión y mordacidad la vida política del exvicepresidente Dick Cheney, y se mostraba sin cortapisas cómo las campañas de agresión imperialista sobre Irak, Afganistán, Libia y Siria estuvieron motivadas por los oscuros intereses multimillonarios de los más grandes emporios privados y contratistas petroleros y de defensa estadunidenses.

Entre ellos, la empresa del vicepresidente, Cheney. Vice impresiona por su honestidad y crudeza extrema. La película es una bofetada para todos aquellos quienes afirman, esencialmente, desde la mal denominada izquierda, que el imperialismo es un concepto anacrónico, y que hablar de ello, hoy, suena “demasiado radical”. Dudo mucho que el millón de civiles iraquíes y afganos asesinados en los últimos 20 años, a manos del ejército y miles de contratistas estadounidenses, piensen que el imperialismo es meramente un arquetipo abstracto, tal cual quieren hacerlo ver quienes ya hace tiempo abjuraron de la izquierda y sus postulados.

No mires arriba (2021) es una película a la vez magistral y aterradora. Magistral por cuanto tiene el lenguaje cinematográfico trepidante y versátil propio de las películas de McKay y aterradora porque su desarrollo parece más un documental que una sátira. La historia cuenta el descubrimiento, por parte de un equipo de científicos de la universidad estatal de Michigan, de un enorme meteorito que está en curso de colisión directo con la tierra, y que por su tamaño descomunal y capacidad destructiva eliminaría toda la vida orgánica del planeta.

Con solo seis meses para la catástrofe, el par de científicos intenta por todos los medios alertar tanto a las autoridades políticas como a los grandes medios de comunicación del peligro mortal en el que está el planeta, y la respuesta de estos, junto con la de la sociedad, es la de esperada en la actualidad; es decir, la de la estupidez completa y absoluta. La presidenta los ignora por provenir de una universidad estatal y por avecinarse las elecciones de mitad de periodo; los medios están más preocupados por la audiencia de la noticia y por ocultar la extrema gravedad de la misma, puesto que les resulta más importante buscar una imagen feliz, amable y sobre todo positiva de la catástrofe; la gente está más interesada en la vida amorosa de la reguetonera del momento; los negacionistas salen a la palestra por doquier y, amparados desde el solio de su arrogante ignorancia, cuestionan a los científicos por difundir un mensaje que estiman muy alarmista, y lo peor de todo es que un despreciable multimillonario, dueño de la principal corporación tecnológica, y que es una suerte de combinación entre Steve Jobs y Elon Musk, y quien además fue el principal financiador de la campaña de la presidenta, diseña un plan ridículo y por entero carente de evidencia científica para tratar de convertir al amenazante meteorito en una mina de metales preciosos.

No mires arriba hace una disección de la sociedad contemporánea, y lo hace poniendo de presente que en nuestra realidad se cumplió lo que predijo Idiocracia en 2006: no solo estamos gobernados por estúpidos, sino que las masas son hoy quizá más idiotas que en cualquier otro momento de la historia humana. Esta película es aterradora no porque prediga un futuro distópico, sino porque nos dice con todas las letras que ya lo estamos viviendo. Una sociedad que crea que el reguetón es música, que elija presidente a Iván Duque y que considere que entre los señores Petro, Gaviria y Zuluaga existen diferencias sustanciales e insalvables merece que el terrible meteorito la desaparezca y que no deje rastro alguno que nos haga quedar en vergüenza ante los ojos escrutadores de alguna civilización extraterrestre que encuentre los restos incinerados de nuestra pseudosociedad.

No mires arriba describe por igual a los negacionistas del covid que a los terraplanistas, pues ve como la política de renuncia, cada vez más popularizada, a la formación científica para explicar los fenómenos naturales y sociales, está arrastrando al mundo a una debacle segura y sin retorno. La película nos hace una seria advertencia sobre las consecuencias catastróficas del cambio climático, aboga por la defensa del método científico, por la lucha contra la superchería y la especulación y, sobre todo, nos advierte que es nuestra responsabilidad tomar las riendas de la vida pública, puesto que la peor decisión posible, la que acabaría con la vida en la Tierra, es permitir que los estúpidos, que los hijos del reguetón y las redes sociales continúen, como están hoy, al frente de la estructura económica, política y social de nuestro desvencijado planeta.

La pieza completa la trilogía del capitalismo decadente del director Adam MacKay.

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