El trabajo del científico no es orientar el sentido de la vida humana (lo decía Weber). La realidad es que la ciencia tiene sus límites: funciona como un reflector para entender el mundo, pero el significado de la palabra "mundo" cambia en cada persona que la pronuncia.
Por eso, el problema de la falta de acción contra el cambio climático no recae (solo) en los políticos que se sientan a negociar en cumbres, o los empresarios convencidos de que sus innovaciones solucionarán el problema. Esa es una explicación (y una salida) fácil para seguir "sin mirar arriba" desde el sofá. No quiero decir que los que toman decisiones, los que tienen el dinero o los que desarrollan tecnología no tienen responsabilidad. Solo creo que la discusión debería ser mucho más profunda.
La pepa de la inacción son todas esas cosas que aún nos falta resolver como sociedad y que siguen siendo la prioridad genuina para millones de personas. En otras palabras, la lucha contra la autoextinción no es la única actitud "verdaderamente" ética de nuestro tiempo. Puede que lo sea para una élite entendida, pero no para otros: los que no se pudieron jubilar, los que no consiguen trabajo, los que pierden hijos a balazos, los que son torturados por ser diferentes, o, sencillamente, los que ven cada vez más lejos la posibilidad de cumplir sus sueños.
Eso que "nos falta por resolver" es una de las cosas que los líderes mundiales que negocian la reducción de emisiones tienen en la cabeza cuando se sientan en la mesa. Puede que lo piensen como estrategia política o en términos de valores. Da igual. La agenda interna les importa porque es por ella que están ahí. No hay un solo gobernante que haya sido designado como tal con la única promesa de detener el cambio climático. Si hay muchos, por el contrario, elegidos por haber sembrado en su país la esperanza de más trabajo, más igualdad, más seguridad, más libertad o más de lo que sea.
Del otro lado, hay una contraparte política (ojo, no científica) bastante desconectada de los problemas de la gente, obnubilada por haber encontrado “la verdad”. Piden por el decrecimiento económico, pero se olvidan de que hay quienes no han empezado ni a crecer; exigen que se tomen "decisiones inmediatas y universales", desestimando que hay élites ávidas de fascismo; aspiran a la reducción de la frontera agrícola sin tecnología, o a la transición energética sin minería, limitando el conocimiento solo a diagnosticar, y evadirlo para solucionar.
Así, puede ser que el error que estamos cometiendo sea esperar que los políticos actúen bajo una lógica que una buena parte de la gente que los elije no tiene (y que está en todo su derecho de no tener). Tal vez valga la pena mirarnos entre nosotros, hacia los lados. En lugar de decir "de nada vale que la gente resuelva sus problemas si nos vamos a extinguir" podríamos pasar a “de nada nos sirve salvarnos de la extinción si una buena parte de la gente está en serios problemas, que nunca van a resolver”.
Entonces, ¿estará parte de la solución en políticas como la renta básica o la educación universal de calidad en todos los países? Puede ser que, con ello, sea posible conciliar las agendas internas de los países con decisiones universales, democráticas y concretas frente al cambio climático. Probablemente allí esté el consenso necesario para salvarnos.