A propósito de una de las películas de moda No miren arriba de Netflix y partiendo de la multiplicidad de opiniones que ha generado me aventuro a divulgar la mía. El gran valor de esta película consiste en poner un espejo en frente de la especie humana contemporánea intentando que individuos y colectivos noten la estupidez imperante tras el reflejo y el riesgo que dicha estupidez supone.
Estupidez que ha permeado la sociedad casi en su completitud y se aprecia manifiesta, por ejemplo, en la abundancia de absurdas teorías conspirativas sobre cualquier asunto, que desconocen o minimizan los hechos, el método científico y el propio sentido común.
Estupidez que se aprecia manifiesta por ejemplo a través de la magna cantidad de seguidores que ostentan personajes con poder persuasivo, pero muy bajo bagaje intelectual conocidos con el eufemismo de influenciadores digitales o youtubers, que para ser precisos son divulgadores de estupidez.
Estupidez que se aprecia manifiesta y deambulante en el paupérrimo lenguaje que circula en contextos de conversaciones, chats y contenido compartido en redes sociales donde se evidencia la deficiencia en vocabulario, argumentación, reflexión y pensamiento crítico, y por contrario abundancia en insultos, memes, errores gramaticales y ortográficos.
Estupidez que como bien lo sugiere la película, va camino a ser determinante en nuestra extinción; una extinción que se avizora, no súbita, fulminante y causada por un cometa como en la película, sino lenta, progresiva y causada por los efectos del subestimado, a causa de la estupidez de nuestros políticos, calentamiento global.